15 noviembre 2008

Etapa 4: Pamplona - Puente la Reina

29 de octubre de 2007

24 km. Unas 7 horas (con paradas)

Es el camino de Santiago una ruta marcada por muchos aspectos de la vida, y uno de ellos es la redención. ¿Cuántos peregrinos habrán caminado hasta Compostela como penitentes? En verdad creo que todos tenemos algo de penitentes y que la vida nos da muchas oportunidades tanto para meter la pata como para sacarla.

La dureza del camino, la soledad, el sol, la sed, el cansancio, las ampollas, el dolor muscular, la fatiga... son instrumentos que permiten al caminante vivir en primera persona penurias que son una experiencia que le ayudan a afrontar los duros envites de la vida. Sobreponerse a todas estas contrariedades es como superar los problemas que en el día a día tu mismo te vas creando.

Una de las muchas motivaciones que me llevaron a recorrer el camino esta primera vez tenía mucho que ver con todo esto, y por eso esta etapa en la que se afronta la ascensión al Alto del Perdón tenía para mi un significado especial
(finalmente en todas las etapas terminas encontrando significados especiales). Ponerte a caminar durante horas en soledad durante semanas supone enfrentarte a tus fantasmas, plantarte cara a ti mismo y a tus propias contradicciones. Es una lucha interna que finalmente se convierte en un encuentro con uno mismo y con aquel que todo lo ve, que todo lo oye, que todo lo sabe.

Así pues, enfrentándome sin miedo a mis miserias y con la paz que siente el caminante ya en la cuarta etapa, salí de Pamplona a primera hora de la mañana. El camino deja la capital navarra atravesando el campus de la universidad. En unos minutos lentamente vas dejando atrás la ciudad y por caminos agradables llegas hasta Cizur Menor, pequeño pueblo que ahora es una barriada anexa a Pamplona. Tras cruzarlo, ya empiezas a ver lo que te depara el camino: al fondo se erige el Alto del Perdón, y aunque parece bastante cercano, aún quedan más de dos horas para coronarlo.

Durante este tramo caminé más o menos en soledad, si bien a la vista tenía continuamente a un grupito de tres franceses formado por un padre y sus dos hijas con los que me encontraría en varias etapas más, y una pareja de jóvenes de Villarreal que terminaría su camino al día siguiente en Estella.

Llegué finalmente a Zariquiegui, pequeño pueblo desde el que comienza la última parte de la subida al Alto del Perdón de la que había oído hablar como muy dura. Nada más lejos de la lejos de la realidad. En un tiempo que ahora no recuerdo, pero que se me hizo muy corto, llegué a donde el camino comenzaba a hacerse más empinado. En este punto se encontraban el chico y la chica de Villarreal y Luis, un veterano peregrino, madrileño como yo, realizando una pequeña parada para reponer fuerzas y así afrontar con más garantías la ascensión.

Tras tomarme mi Kitkat, reanudé la marcha junto a los Castellonenses (Luis esperaría un poco para salir) y charlando y tal y con un buen ritmo llegamos en un pispás a lo alto del Perdón. Un curioso monumento metálico asemejando una hilera de peregrinos preside la cumbre. Las vistas desde allí eran fabulosas. Por toda la montaña en la que se encuentra el Alto hay un montón de molinos de viento para su aprovechamiento y transformación en energía. De hecho, a solo unos metros de la cumbre hay uno, y la verdad es que sus dimensiones impresionan.

Como decía, las vista son impresionantes. Mirando hacia atrás, ves todo el camino recorrido. Lejos queda ya el Pirineo, con sus imponentes cumbres. Más cerca el terreno se suaviza en los montes que hemos podido recorrer hasta llegar al llano en que se encuentra Pamplona. Hacía adelante nuestro destino, formado por llanuras en las que crecen viñedos que dan un bello colorido al paisaje. Todo esto quedaba nublado por las atemorizantes nubes que parecían dispuestas a aguarnos la jornada. Por fortuna solo caerían cuatro gotas.


La pareja de Villarreal partió, y yo me quede sólo un rato, tirando fotos y disfrutando del momento, a pesar del incordio del fuerte viento que azotaba la zona y que hacía girar los molinos. Al rato llegó Luis, quien me hizo una foto en el monumento peregrino. Tras charlar un rato con él, proseguí mi camino en un duro descenso. Había muchas piedras sueltas y eso hacía que las plantas de los pies sufrieran aún más el gran desnivel.

Después del sufrido descenso y tras pasar por Uterga, llegué a Muruzabal con mis pies echando ya humo. Desde aquí quería salirme del camino unos kilómetros para visitar uno de los lugares más emblemáticos de los caballeros Templarios y parte del Camino Aragonés: el ermita de Santa Maria de Eunate. Paré en el único bar abierto del pueblo y tras comprar un bocata de tortilla que me comería junto a la ermita, me indicaron por donde seguir para llegar hasta allí. No había lugar a confusión. Bajando por una carretera y luego por un camino, en poco más de media hora llegué hasta esta pequeña maravilla en forma de ermita.


Pero al parecer no era el momento en el que yo tenía que visitar esta ermita. Fue una pequeña desilusión encontrármela cerrada, y es que era lunes, justo el día que no está permitido visitarla.
Pude disfrutar, eso si, de su entorno, en medio de la nada, junto a campos de cultivo, y de su maravilloso exterior, donde destacan la arquería formada por 33 arcos, su planta octogonal, sus múltiples canecillos y capiteles esculpidos.

Cuando llegué se encontraban allí los chicos de Villarreal y al rato de llegar yo llegó Ero, que había salido un poco más tarde. Me tome el bocadillo mientras contemplaba esta maravilla digna de ser contemplada. En ese momento yo no lo sabía, pero ese punto se convertiría practicamente un año después en el punto y final de mi segunda andadura por el Camino de Santiago, meta de mi Camino Aragonés. Y en esa ocasión si que estarían abiertas para mi las puertas de la ermita y podría disfrutar de la increible paz y sosiego que transmite y de la energía que desprende.


Pero eso pertenece a otro relato futuro. La etapa del presente terminaría recorriendo los cuatro kilómetros que separan Eunate de Puente la Reina, haciendo parada en el importante pueblo de Óbanos, dónde cada dos veranos los vecinos representan el Misterio de Óbanos, un drama basado en una leyenda jacobea. Allí paramos a tomar una coca cola Ero y yo, y nos encontramos con Pablo. Tras unas fotos, nos dirigimos a Puente la Reina. Como era habitual, las plantas de los pies en estos últimos compases de la jornada me molestaban sobremanera. Los últimos quinientos metros hasta llegar al albergue me parecieron eternos. Llegamos y nos instalamos comodamente.

Tras la ducha, acompañé a Luca a recoger leña. El albergue tenía una chimenea y nuestro buen amigo italiano se había propuesto encenderla. Y así lo hizo. Por la tarde paseando por el pueblo fui con Ero hasta el famoso puente que da nombre a la villa.


Por la noche, nos juntamos con Joan que había llegado más tarde junto a un muchacho de Vigo llamado Miguel y pensamos en ir a cenar a otro albergue privado que estaba a la salida del pueblo. Para llegar hasta allí, había que salir del pueblo, cruzar el puente y subir una pequeña cuesta. Cuando llegamos el hospitalero nos dijo que estaba cerrando, que no tenía peregrinos y que no daría de cenar. Nos lo tomamos con humor, y entre risas y quejas por los dolores al tener que caminar para nada finalmente nos metimos los cuatro en un pequeño restaurante de la Calle Mayor, donde tomamos una buena cena acompañada de buenas risas.

Esa noche en el albergue de Puente la Reina nos juntamos un montón de Peregrinos que ya eramos "viejos conocidos": Joan, Jorge, Miguel, Luca, Pablo, Luis, los chicos de Villarreal, el padre francés y sus dos hijas...



- Continúa caminando en la etapa 5 -


Otras fotos de la etapa:

---------Salida de Pamplona-----------Peregrinos franceses en camino-----Iglesia en el camino
Peregrinos caminando con el Alto del Perdón al fondo---Cielo más que nublado----Subida al Perdón
Vistas desde el Alto del Perdón----Monumento a los peregrinos en el Alto del Perdón---Yo y el monumento
Descenso del Alto del Perdón y vista con la niebla entre las montañas---Muruzabal, desvío a Eunate
Ermita de Sta. Maria de Eunate en pleno campo, románica, de planta octogonal y con curiosa arcada.

Puente la Reina, marcada por el puente por el que el Peregrino abandona la ciudad camino de Santiago

2 comentarios:

Miguel dijo...

Hola Miguel. Me acuerdo como si fuera hoy de la noche en Puente la Reina. La caminata para ir a cenar, y la charla durante la misma. Debe ser, que como buen gallego, soy discreto. Recuerdo que en esa cena, cuando nos presentó Joan, y me enteré tu intención de llegar a Santiago, (sabes que no todo el mundo piensa en llegar hasta allí, y menos en esa época), y la grata impresión que me diste, me dije: con "este", va a pasar algo "gordo", y así ha sido. Muchas gracias Miguel. Tenía ganas de que llegaras a este punto del Camino para hacerlo público. Eres realmente una buena persona. Un abrazo fuerte.

ero dijo...

me acuerdo de esa cena, con joan contando sus anecdotas, muchas risas echamos.
un saludo
ero