18 marzo 2015

Camino Francés invierno 2015. Etapa 1: Astorga - Foncebadón. AMANECER

Sábado, 17 de enero de 2015

Actualización
(Como novedad en este camino, al principio de cada etapa sugeriré una canción de "acompañamiento" al diario y un breve texto que la introduzca. Puede que tenga que ver con la experiencia vivida, que la tuviera ese día en la cabeza o que simplemente algo dentro de mi la asocie a esos momentos. Incluiré un enlace al tema en youtube. Puedes leer la "etapa" mientras la escuchas.)

Me enfrento a mi décimo camino. Antes que este hubo otros nueve, y por encima de todos, un primero que fue el origen de esta extraña patología que me lleva a necesitar una pequeña dosis de "camino" cada año. Las motivaciones para sumergirse en esta aventura pueden resultar muy variopintas y dependen mucho de cada uno, aunque, en el fondo, suelen estar ligadas a promesas, redenciones, búsquedas, penitencias, expiaciones, desahogos, agradecimientos…En definitiva, el ser humano se encuentra en continua lucha consigo mismo y con la vida, que a menudo nos da una de cal y otra de arena, y necesita de momentos en los que pararse a reflexionar y dar un impulso a sus motivaciones vitales. Por eso, ante los miedos y desafíos del día a día, no queda sino batirnos, no queda sino luchaaaaaaaaaar.
Este tema de los madrileños Mägo de Oz vio la luz en noviembre de 2007, mientras yo realizaba mi primer camino desde el Pirineo hasta Santiago y Finisterre.

25,9 Km  (7 horas incluyendo 1 hora de comida)

A las 7 de la mañana una suave melodía rompe el silencio de la noche. Abro los ojos y siento el clásico ajetreo del despertar en un albergue de peregrinos. Poco a poco voy desperezándome dentro del saco. Parece que mis compañeros de habitación se han levantado con energía.

Catedral de Astorga
La música de Enya acompaña mis primeros movimientos del día cuando a las 7.15 decido salir del saco. Con la estancia aún a oscuras me visto y me dirijo al aseo. Vuelvo a la habitación, donde el canadiense, al ver que ya estamos todos en pie ha tenido la feliz idea de encender las luces.

Rodolfo y Rafael se encuentran fuera haciendo sus mochilas. Yo me pongo también manos a la obra. Recojo el saco en su funda y lo coloco, como siempre, en el fondo del macuto. A continuación introduzco la bolsa de ropa, las zapatillas, la bolsa de aseo, la bolsa de comida y la cantimplora. A la hora de vestirme decido ponerme las mallas y los pantalones y para la parte superior del cuerpo, después de algunas dudas, la camiseta térmica como primera capa, el forro polar como segunda y la chaqueta como prenda exterior. Al final este será mi atuendo prácticamente todos los días (cambiando de camiseta) y con él caminaré cómodo y cálido.

Hay varias cruces a la salida de Astorga
Una vez tengo la mochila preparada decido bajar a la cocina/comedor a tomarme un zumito y a llenar la cantimplora de agua. Antes de bajar coincido con los andaluces que se encuentran charlando con la hospitalera, quien les recomienda desayunar en un bar que está ya abierto donde sirven un gran desayuno. Puede ser una buena opción.

Bajo a tomarme el zumo. Desde el comedor escudriño por la ventana el estado del cielo. Aún es de noche, pero ya comienza a clarear, y parece que de momento está totalmente despejado. Lleno media cantimplora de agua y subo a coger mis cosas para salir. Ya son casi las ocho.

Veo que Rafael y Rodolfo aún están saliendo del albergue y me uno a ellos. Los tres nos dirigimos hacia la plaza del ayuntamiento y de allí a la chocolatería Sonrisas en la calle Pio Guillén 6.

Nos sentamos a degustar un zumo de naranja natural, un café con leche y un croissant con mantequilla y mermelada. Todo por 2 €. Es de agradecer encontrar lugares como este, que abren a primerísima hora y con buenos productos a buen precio.

Luna menguante al amanecer
Después del desayuno, durante el cual charlamos de la etapa que tenemos hoy por delante, me voy al baño a ponerme las lentillas. Hace bastante tiempo que no las utilizo. Al ser desechables son muy cómodas, pero cuando estoy varios meses sin usarlas me cuesta un poco colocármelas.

Tras conseguirlo salgo a recoger mis cosas para comenzar a caminar. Me encuentro con que mis compañeros me han invitado al desayuno. ¡Qué majos! Al salir de la chocolatería ellos parten velozmente, ya que su intención es realizar hoy muchos kilómetros. Yo me lo tomo con más calma.

Primeros rayos del sol sobre la ermita
Doy unos pasos hasta la plaza del ayuntamiento, donde me ajusto y acomodo la mochila, los guantes y el gorro. Me encuentro en el kilómetro 0 de mi décima peregrinación. El cielo ya se viste de añil y una tímida luna menguante asoma por encima de las torres del ayuntamiento.

Amanece. Es el momento de partir. El reloj marca las ocho y media. Comienzo a caminar lentamente. Mis músculos van entrando progresivamente en calor. Paso por delante del Palacio Episcopal y de la Catedral, dejando a la izquierda la calle en la que se encuentra el albergue San Javier en el que pernocte en 2007.

Peregrino e hito
Hito
Después de callejear durante diez minutos por Astorga, abandono la localidad por la calle Los Mártires que después se convierte en la carretera LE-142. Varias cruces a ambos lados de la carretera me despiden de la población. Enseguida llego hasta la ermita del Ecce Homo y supero la A-6 por un puente. En lontananza ya se divisan las montañas nevadas que me esperan cubiertas por una boina de nubes blancas y grises.

Castrillo de Polvazares en lontananza
Murias de Rechivaldo
Desde lo alto del puente diviso varios metros por delante de mi a Rodolfo y Rafael, inconfundibles con sus cubremochilas naranjas. Comienza un andadero a la derecha de la carretera por el que transito durante unos minutos. La escarcha blanquea los campos a mi alrededor. En unos veinte minutos llego a Murias de Rechivaldo. A la entrada del pueblo abandono la carretera y tomo una calle/pista a la izquierda por la que dejo atrás la población y me dirijo a Santa Catalina de Somoza.

Mirada atrás: Astorga
Rodolfo y Rafael llegando a S. C. de Somoza
El camino es constantemente en subida, aunque muy suave. Varios mojones jacobeos marcan la ruta a seguir. A la derecha veo en la distancia el pueblo Castrillo de los Polvazares, declarado Conjunto Histórico-Artístico por sus calles típicas maragatas. Echo un vistazo atrás y contemplo la inconfundible silueta de las torres de la catedral de Astorga.

En media hora la pista me lleva de nuevo a atravesar la LE-142. A ratos, cuando el camino se despeja de árboles y matorrales, puedo percibir a lo lejos los destellos naranjas de mis dos compañeros peregrinos.

Comienza a aparecer la nieve
Peregrinos hacia la nieve
Siempre por pista de arena y caminando cerca de la carretera llego a Santa Catalina de Somoza, otro pueblecito maragato muy coqueto. Como llevo ya casi dos horas de marcha decido hacer la primera parada de la jornada. Me tomo un zumito y una barrita energética y, para no coger frío, decido continuar.

Un "ganso" en El Ganso en 2007 y en 2015
El camino continua por una pista de arena en la que de vez en cuando encuentro restos de nieve y hielo. Paso junto a una cruz de madera y poco después llego a El Ganso. Antes de entrar en la población, como soy un poco como el nombre del pueblo, decido hacerme una foto parecida a la que me hice cuando llegué a este mismo lugar hacer siete años…

Aprovecho un mojón para apoyar la cámara y poder hacerme la autofoto. Cuando voy a recogerla observo que junto al monolito de piedra hay dos o tres conchas.

Flecha pétrea en el suelo
Vieiras esperándome 
Desde mi primer camino no he vuelto a llevar conmigo una concha que me identifique como peregrino. Supongo que desde entonces, al no realizar una peregrinación digamos completa no me apetece exhibir la vieira y que ésta y lo que representa lo llevo grabado en el corazón. En esta ocasión, sin saber muy bien por qué, decido tomar una de ellas y me la guardo en el bolsillo superior de la chaqueta. De alguna manera intuyo que me va a dar suerte, y tal y como se presentan las predicciones del tiempo la voy a necesitar.

Es bonita y de un tamaño en torno a los 10 centímetros de largo. Cuando la guardo en el pecho, junto al corazón, me vienen a la memoria momentos de aquel primer camino y siento algo especial. No suelo ser supersticioso, pero decido que será mi amuleto.

El suelo blanco
Valla con cruces junto al camino
Reanudo la marcha atravesando El Ganso. A la salida paso junto a un área de descanso y continúo por un andadero junto a la carretera. Llegado a un punto el camino se interna por un rebollar, donde la nieve acumulada en el suelo comienza a ser algo más acusada. Pero es solo durante unos metros. Después será el barro el protagonista. A mi derecha queda una valla rematada con cientos de cruces hechas con palos que han debido de ir dejando los muchos peregrinos que por estos pagos se adentran.

¡Qué pena!
Restos del roble del peregrino
Enseguida voy a dar al lugar en el que se encontraba el roble del peregrino, que fue derribado por el viento en una gran tormenta a finales del 2013. De nuevo siento el aguijón de la nostalgia en mis entrañas. Recuerdo haber descansado bajo las frondosas ramas de este centenario árbol, admirando la tupida alfombra otoñal que se había erigido a sus pies con la caída de gran parte de sus hojas. Hoy solo quedan los restos de un tronco hueco y vacío.

Coreanas en dirección contraria
Roble centenario en 2007 y sus restos en 2015
Continúo por la carretera, dejando a mano izquierda la ermita del Cristo de la Vera Cruz. De pronto me cruzo con dos peregrinas coreanas que vienen caminando en dirección contraria. Creo que eran las mismas que durmieron anoche en el albergue de Astorga, aunque no podría asegurarlo. Nos saludamos y cada uno seguimos nuestro camino. No se de donde han salido ni adonde van, pero tampoco es cosa mía.

A comer en Rabanal del Camino
El reloj marca la una cuando entro en Rabanal del Camino. A la altura de la capilla de San José coincido con el peregrino alemán que anoche pernoctó en Astorga. Yo sigo subiendo por la empinada Calle Real. De pronto me topo con Rafael y Rodolfo, que se están colocando los macutos. Acaban de hacer una pequeña parada. Me cuentan que están muy cansados y que su idea es llegar hasta Foncebadón y allí hacer noche.

El cielo se llena de nubes
Podómetro y postre
Les veo partir mientras yo me dirijo al Mesón El Refugio para comer. Degusto un buen menú del día compuesto por una suculenta sopa de marisco, un filete de ternera con patatas y de postre tarta de queso. Echo un vistazo al podómetro que me han regalado y que llevo colgado del cinto, y compruebo que ya he recorrido 19,3 km. Según las guías debían ser 20,3 km. Ah! Recuerdo que al salir del albergue me olvidé de colocarme el podómetro y que lo saqué de la mochila saliendo de Astorga. Por lo tanto, parece que funciona.

Rincon jacobeo
D.E.P.
Después de un cafelito y unos minutos de reposo, decido continuar. Salgo a la calle y asciendo el último trecho de Calle Real de Rabanal del Camino. Se nota que ya estamos por encima de los 1100 metros. El suelo presenta un color blanquecino por el hielo y los restos de nieve comienzan a acumularse al borde del camino.

Después de pasar junto a un lavadero y un pequeño “rincón jacobeo”, salgo de Rabanal. El camino continúa por pistas de tierra y cruza de vez en cuando la carretera. En un punto del camino una placa recuerda a una peregrina fallecida en su 2º camino. El cielo presenta un color grisáceo que presagia una tarde llena de chubascos.

Caminando sobre la nieve
Tras el hito, más nieve
A medida que asciendo la nieve va cobrando protagonismo. Hay lugares en los que se acumula con algunos centímetros de espesor. El cielo se ha cubierto de nubes, pero de momento no parece que vaya a precipitar. Paso junto a un par de abrevaderos y algunos paneles informativos con la flora y fauna del lugar.

La flecha aún se ve
Abrevadero sin agua
El continuo ascenso del sendero me hace sudar, aunque disfruto mucho de la hora y cuarto que tardo en avistar las casas que conforman Foncebadón. El camino confluye una vez más con la carretera en la entrada del pueblo. Como me dirijo al albergue Roger de Lauria, que está al pie de la carretera, abandono el camino que cruza el pueblo a través de una pista y sigo el asfalto unos metros para llegar hasta el final de mi primera etapa.

El peregrino se aleja
Y al fin Foncebadón.
Una cabaña con techo de paja (la Taberna de Gaia) precede al edificio del albergue en el que un gran cartel anuncia ALBERGUE - BAR - TV. Entro al bar y una muchacha me recibe. Amablemente me conduce a la parte baja del edificio donde se encuentra el albergue, me muestra las dependencias y me indica que me ponga cómodo y que luego, una vez descansado, suba a sellar y demás.

Albergue Roger de Lauria
Con gran tranquilidad tomo posesión de una cama donde dejo mis cosas. Realizo los estiramientos pertinentes para prevenir agujetas y me doy una ducha reparadora. Ya vestido con ropa limpia subo al bar donde hay algunos clientes tomando algo.

Me sellan la credencial y me tomo un café. Salgo a dar un paseo por los alrededores. El pueblo, hasta hace unos años abandonado, ha renacido con el flujo de peregrinos y la proliferación de albergues. Ahora hay al menos cuatro, más un hotel, una tienda de ultramarinos y un restaurante. Pero en estas fechas está casi todo cerrado. Camino por las calles en las que hay bastante nieve, que en algunos puntos está helada. Debo tener cuidado de no resbalar.

Al final parece que no nieva aunque...
Hace siete años, cuando llegué a este punto, dormí en el Albergue Monte Irago, que está al pie del camino, a unos metros del Roger de Lauria. Coincidí con los italianos Giuseppe y Eugenio. El albergue no estaba mal. Tenía un ambiente muy hippie y aunque no me disgustó la experiencia, en esta ocasión quería probar suerte en otro sitio.

Me hago unas fotos en la cruz de Foncebadón y en unos minutos vuelvo al albergue, ya que empieza a hacer bastante fresquete. Me pongo junto a una estufa que tienen que da un calorcito muy rico y me tomo un chocolate calentito acompañado de un par de churros. 

Entablo conversación con el dueño del establecimiento, Marcos, militar en la reserva, que ha cambiado el fusil y el paracaídas por la atención al peregrino y a todo aquel que se adentre en los Montes de León por esta vertiente. Me cuenta cómo es la vida en un lugar tan duro e inhóspito como Foncebadón. El bar recibe bastantes clientes a lo largo del día, ya que es el único lugar en el que tomar algo en varios kilómetros a la redonda. Aquí paran todos los que vienen a disfrutar de un día de montaña por la zona, bien sea por trabajo o por ocio y diversión. Por un lado tiene una clientela más o menos estable en el bar, y luego estamos los peregrinos y visitantes puntuales y esporádicos.

Peregrino en la Cruz de Foncebadón
Paso la tarde y la noche en compañía de Marcos y de su pareja Jessica, la muchacha que me recibió al llegar. Entre los dos llevan el albergue y el bar. Son muy majos y la verdad es que llega un momento en el que me muevo por el local, por el que van pasando los clientes sin prisa pero sin pausa, como si estuviera en mi casa. 

Durante la tarde les había comentado que no pensaba cenar nada, que igual picaba algo de lo que llevaba en la mochila ya que había comido fuerte en Rabanal y no tenía mucha hambre. Cuando llega la hora de cenar me comentan que van a prepararse su cena y que la comparten conmigo. Finalmente acabo probando unas tostadas muy ricas con queso philadelphia y huevo hilado, una bandeja de pulpo y un poco de ensalada. Todo muy rico.

A las afueras de Foncebadón
Una vez hemos dado cuenta de todo, continuamos charlando de esto y de aquello hasta pasada la medianoche. Las previsiones que pronosticaban gran cantidad de nieve a partir de la tarde han fallado, pero se prevé que durante la noche caiga una gran nevada. Mañana tengo que coronar el punto más alto del camino francés, la Cruz de Ferro, y  afrontar después un brusco descenso hasta Molinaseca y con malas condiciones climáticas no se si será posible.

Después de una velada fantástica en la que los responsables de este establecimiento me han tratado de manera genial e inigualable, me voy a dormir con la incertidumbre de lo que ocurrirá mañana.

Cruz de Foncebadón en noviembre de 2007 y con nieve en enero de 2015. 

02 marzo 2015

Camino Francés invierno 2015. Etapa 0: Madrid - Astorga (bus)

CAMINO 10: DEL AMANECER AL OCASO.

Viernes, 16 de enero de 2015

Me levanto en la casa de mis padres (Madrid) poco después de las siete de la mañana. Al final anoche me acosté algo tarde y no he dormido muchas horas, pero la emoción y las ganas de aventura me espabilan enseguida. Después de pasar por el baño, comienzo a vestirme con el atuendo peregrino con el que hoy iré al trabajo.

Cierro la mochila después de meter los últimos utensilios de aseo y cuelgo en ella el bastón. Me pongo el abrigo, me ajusto la riñonera a la cintura y salgo hacia la boca de metro del barrio.

En el trayecto de cinco minutos hasta la estación del suburbano siento en el rostro el frío de enero que al fin ha llegado a la capital. Durante los próximos días estaré muy atento a las predicciones metereológicas, ya que de ellas dependerá en gran medida el devenir de mi andadura por el Camino.

Al salir del trabajo, camino del metro
La mañana transcurre como una más en el curro. Poco antes de la hora de salida me acerco a la cafetería del hospital a comprarme un bocata de tortilla y una coca cola. Debo salir en torno a las 14:30, un poco antes de mi hora habitual, ya que el autobús parte de Méndez Álvaro a las 15:30 y no me gustaría perderlo.

Así que, después de despedirme de mis compañeros, tomo todos mis bártulos y, cruzando el puente que salva la M-30, me encamino nuevamente al metro para dirigirme a la estación Sur de autobuses.

Como es viernes, a esta hora el convoy de la linea 10 en el que viajo va hasta arriba de gente y debo tener cuidado de no arrollar a nadie con mi mochila. Hago un transbordo en Nuevos Ministerios, donde tomo la linea 6. Llego sin problemas a Méndez Álvaro a las 15:15 y me dirijo a los andenes en busca de la dársena de la que parte mi autobús.

Busco en las pantallas informativas y no aparece ninguno con destino a Ponferrada. Supongo que será uno de los que va a Galicia, por lo que me voy a la zona de la que parten los autobuses de la compañía Alsa hacia el noroeste peninsular.

Yo en principio compré un billete hasta Ponferrada, pero cambié de idea y ahora mi intención es bajarme en Astorga, donde según la web también tiene parada el autobús antes de llegar a la capital del Bierzo.

Me acerco al bus que tiene como destino Santiago y pregunto al conductor si es el que va a Ponferrada. Me contesta afirmativamente y me indica en que parte del maletero debo dejar mi equipaje. Le comento que querría bajarme en Astorga a pesar de que en mi billete ponga Ponferrada y me comenta que no puede ser, que ese autobús no para en Astorga. Que para bajarme allí debería coger el autobús que está situado en la dársena de al lado con destino A Coruña.

En el área de servicio de Villalpando
¡Vaya! Por un momento se tambalea toda mi planificación del camino. Ya me veo comenzando en Ponferrada y no en Astorga. Sería un pequeño desengaño, pero si tiene que ser así...

Pregunto por la posibilidad de ir en el otro autobús y el conductor lo supedita a que no estén todas las plazas ocupadas. Me acerco al chofer del otro autobús y me confirma la buena noticia: no hay problema. Puedo viajar en su vehículo y terminar mi viaje en Astorga como había previsto. Parece que la suerte está de mi parte.

Deposito mi mochila en el maletero y subo al bus. Elijo un asiento libre junto a la ventana. Por fortuna va medio vacío. Después de este pequeño sobresalto, arrancamos y salimos de Madrid, primero por la M-30 y después por la A-6, dirección A Coruña.

Pronto noto el cosquilleo del hambre en mi estómago y doy buena cuenta del bocadillo de tortilla de patata. El pan está algo correoso y la tortilla muy fría. Tiene toda la pinta de ser de ayer. A pesar de todo, me sabe rico. Es lo que tiene el hambre.
Cae la tarde en Villalpando

El viaje se produce sin sobresaltos y yo voy tan contento. Solamente el acto de viajar supone para mi un gran placer. Disfruto del paisaje que contemplo a través de la ventanilla. Al cruzar el Sistema Central por el túnel de Guadarrama comienza a aparecer la nieve. No hay mucha, pero transmite el frío que debe hacer fuera.

Al acercarnos a Tordesillas comienzo a percatarme de la gran cantidad de motos que hay por la carretera. Al llegar a este municipio vallisoletano descubro el motivo: este fin de semana se celebra aquí Motauros 2015, una concentración de moteros. En la parada de esta localidad se suben al bus dos camioneros que toman asiento delante de mí. Durante un rato escucharé su conversación sobre las vicisitudes de su oficio y algunas de sus “batallitas”. No me considero una persona especialmente cotilla, pero no puedo evitar prestar algo de atención a la conversación y con ella me voy distrayendo.

Voy "camino de Santiago"
En torno a las 18:00 llegamos al área de servio de Villalpando, donde hacemos una parada técnica de unos veinte minutos. Ya nos encontramos muy cerca de la provincia de León. Voy al baño y paseo un poco por el área de servicio. Cae la tarde y el cielo oscurece por momentos. 

Volvemos a la carretera a las 18:30. El autobús abandona la autopista y realiza paradas en Benavente y La Bañeza. En poco más de una hora llegamos a Astorga. Ya es noche cerrada. Bajo del bus y recojo mi mochila del portaequipajes. Mi intención es ir directamente al albergue de peregrinos de la localidad. Me coloco mis prendas de abrigo, los guantes y el gorro, ya que hace bastante frío.

Ayuntamiento de Astorga
Salgo de la estación y trato de situarme. Frente a mi se encuentran el Palacio Episcopal de Gaudí y la catedral. Echo un vistazo al gps del móvil y en un instante me ubico y descubro el mejor itinerario a seguir. Comienzo a caminar entre los dos edificios históricos de Astorga dirigiéndome hacia el ayuntamiento. Enseguida voy reconociendo las calles de la población, de la última vez que estuve aquí, cuando peregrinaba en noviembre de 2007. Una vez en la plaza del ayuntamiento, desciendo por la calle de la izquierda llamada Padres Redentoristas, que me conduce hasta la misma puerta del albergue, donde me recibe su famoso monumento al peregrino.

A principios de semana he enviado unos e-mailes a varios albergues de la primera parte de mi camino para cerciorarme de que están abiertos. He tenido respuesta positiva de Astorga y de Foncebadón. En Ponferrada no creo que tenga problemas con el albergue San Nicolas de Flüe y en Villafranca cuento con el Albergue Ave Fénix de Jato. Ambos se supone que no cierran nunca. A partir de aquí, una vez ya en Galicia, los albergues de la Xunta están abiertos todo el año, por lo que no creo que deba preocuparme.

Entrada al Albergue Siervas de Maria
Cuando estoy a punto de entrar al albergue, del cielo comienzan a caer diminutos copos de nieve, preludio de lo que se me vendrá encima en los próximos días. Al sentir la gélida caricia de los copos en mi rostro un cosquilleo recorre mi espalda. Al fin me encuentro ante lo que tanto anhelaba y el escenario no puede ser mejor. Giro un par de veces sobre mi mismo mientras elevo mi rostro al cielo. Una sensación indescriptible, mezcla de felicidad, expectación y satisfacción, me embarga.

Superado el momento “bienvenida”, subo las escaleras que conducen al albergue “Siervas de María”. Después de pasar por un par de puertas llego a un recibidor donde se encuentra el hospitalero. Este me recibe amablemente. Me proporciona la credencial y, una vez llevados a cabo todos los “trámites administrativos”, me muestra las instalaciones.

Es este un albergue bastante grande y bien acondicionado. Tiene más de 100 plazas en varias habitaciones con literas y todas las equipaciones necesarias (agua caliente, calefacción…). En la parte de abajo tiene cocina totalmente equipada y un comedor amplio.

Me instalo en la habitación que me indica el hospitalero. En ella hay 5 literas (10 plazas), de las cuales me parece que se encuentran ocupadas al menos 5 camas. Dejo mis cosas en una de ellas y bajo al piso de abajo para ver la cocina. Cuando estoy bajando las escaleras escucho la voz de dos andaluces tratando de comunicarse con alguien en otro idioma. Al llegar al comedor descubro a este par de peregrinos “conversando” con dos muchachas coreanas. Les saludo y me dirijo a la cocina. Veo que es muy completa y que tiene cacharros para cocinar. Como no tengo mucho apetito decido ir a comprar un sobre de sopa instantánea y algo de fruta para cenar.

Vuelvo a la habitación dejando a los andaluces tratando de comunicarse con las coreanas (ellos les hablan en castellano y con gestos y ellas asienten). Cojo el abrigo y la cámara y me voy a dar una vuelta por la ciudad. Ya ha parado de nevar, pero el frío sigue siendo intenso. Llego de nuevo a la plaza del ayuntamiento, donde unos niños juegan al fútbol desafiando a las bajas temperaturas. Continuo caminando calle arriba y voy a parar al supermercado de la cadena El Árbol, donde hago acopio de alimentos. Compro tres briks de zumo de naranja, cuatro mandarinas, una barra de fuet, un par de latas de kas naranja, una sopa de sobre y una copa de chocolate.

Placa situada en un jardín de Astorga
Procedo a pagar y vuelvo al albergue dando un pequeño rodeo, que me lleva a atravesar un pequeño jardín, en el que hay madroños donados por el Ayto. de Madrid, desde el que se debe observar grandes vistas durante el día.

Una vez de vuelta al albergue, bajo a la cocina con mi bolsa de comida. Allí están ya recogiendo sus cosas los peregrinos andaluces. Se llaman Rodolfo y Rafael. Son de Málaga. Para Rafael, grandote y muy salao, es su primer camino. El más chiquito, Rodolfo,  es ya la tercera vez que se embarca en una aventura de este calibre. Ambos deben rondar los 50 años. Han comenzado a caminar hace un par de días en León y ya han sufrido en su primera etapa un gran aguacero y un albergue precario sin calefacción, lo que les ha conducido a una segunda etapa dura, castigados por las agujetas y dolores musculares.

Ellos se suben enseguida a descansar. Yo me preparo la sopa y mientras me tomo un kas naranja. Aparece por allí otra simpática hospitalera que es la encargada de levantar a los peregrinos a primera hora. Charlo un rato con ella y, viendo que solo voy a tomar una sopa, me ofrece algo de cena. Yo se lo agradezco, pero no tengo casi hambre y prefiero cenar ligero para dormir mejor.

Comedor del Albergue de Astorga
Me cuenta la hospitalera que ella duerme allí, en el albergue, y que es una de las encargadas de que el albergue se mantenga tan agradable y acogedor como me lo he encontrado yo.

Creo que los peregrinos no agradecemos lo suficiente la labor de estos hospitaleros voluntarios que dedican su tiempo de manera altruista al camino y a sus habitantes (que somos los peregrinos).

La buena mujer se va a su habitación y yo me dedico a mi sopita. Luego me tomo una mandarina y disfruto de la copa de chocolate. Friego todo lo utilizado durante mi cena y me subo a la habitación. Son cerca de las diez y ya hay algunos peregrinos acostados. Al final somos 7: las dos coreanas, Rafael y Rodolfo, un canadiense, un alemán y yo.

Echo un vistazo a la previsión metereológica en el móvil. Para mañana sábado dan temperaturas bajas por el día (no más de 4 grados) y a partir de las cuatro o cinco de la tarde comenzará a nevar. Se supone que durante la madrugada del sábado al domingo va a caer una gran nevada. Mi idea es llegar mañana a comer a Rabanal del Camino antes de las dos, para subir después tranquilamente hasta Foncebadón, donde realizaré mi primera parada. Si las previsiones se cumplen, no se si podré salir el domingo desde allí hasta Ponferrada...

Como aún no tengo sueño, salgo al pasillo donde me encuentro con los dos andaluces. Charlando un rato con Rodolfo me cuenta sus primeros pasos por el camino desde León. Me comenta que al día siguiente les gustaría tratar de avanzar rápido y llegar hasta El Acebo, pasada la Cruz de Ferro, tratando de evitar el paso del puerto al día siguiente con la posible nevada. A mi me parece demasiado: muchos kilómetros, con un puerto, seguramente con nieve, y más en mi caso que es el primer día. Por lo visto ellos tienen pocos días y quieren llegar a Santiago, por lo que tendrán que intentar hacer etapas largas.

Enseguida se va a dormir. En el pasillo hay dos sillas y una mesita con revistas del camino y me dedico a ojearlas y de paso, voy rememorando mi primer paso por Astorga hace ya más de siete años cuando recorría mi primer camino.

Con Miguel frente a la catedral (2007)
Por la tarde pude dar una vuelta por la ciudad y visitar la catedral. Por la noche hacía muchísimo frío. Recuerdo que cené muy bien en un restaurante que recomendaron a mi amigo Miguel en este albergue, en el que él durmió. En aquella ocasión yo pernocté en el Albergue San Javier, próximo a la catedral. La experiencia no fue del todo grata, ya que los que llevan el alberque recibieron la visita de unos amigos y trasnocharon bastante, charlando y haciendo un ruido en el patio central que se escuchaba en todas las habitaciones. Me costó dormir.

En aquella ocasión yo ya estaba enfilando la recta final de mi aventura y venía henchido por el espíritu del camino. Hoy, en el mismo lugar, comienzo mi andadura nada más y nada menos que por décima vez, con la misma ilusión que la primera.

Pensando estas y otras cosas me voy a la habitación, me meto en el saco y como no puedo dormir, me pongo los cascos para escuchar música. Aunque para música, el recital de ronquidos de mis amigos andaluces. ¡Qué poderío!

Finalmente, pasada la medianoche, logro conciliar el sueño.