CAMINO 10: DEL AMANECER AL OCASO.
Viernes, 16 de enero de 2015
Me
levanto en la casa de mis padres (Madrid) poco después de las siete de la mañana. Al
final anoche me acosté algo tarde y no he dormido muchas horas, pero
la emoción y las ganas de aventura me espabilan enseguida. Después de pasar
por el baño, comienzo a vestirme con el atuendo peregrino con el que hoy iré al
trabajo.
Cierro la
mochila después de meter los últimos utensilios de aseo y cuelgo en ella el
bastón. Me pongo el abrigo, me ajusto la riñonera a la cintura y salgo hacia la
boca de metro del barrio.
En el
trayecto de cinco minutos hasta la estación del suburbano siento en el rostro
el frío de enero que al fin ha llegado a la capital. Durante los próximos días estaré muy atento a las predicciones metereológicas, ya que de ellas dependerá en gran medida el devenir de mi andadura por el Camino.
Al salir del trabajo, camino del metro |
Así que,
después de despedirme de mis compañeros, tomo todos mis bártulos y, cruzando el
puente que salva la M-30 , me encamino nuevamente al metro para dirigirme a la estación Sur de autobuses.
Como es
viernes, a esta hora el convoy de la linea 10 en el que viajo va hasta arriba de gente y debo tener cuidado de
no arrollar a nadie con mi mochila. Hago un transbordo en Nuevos Ministerios, donde tomo la linea 6. Llego sin problemas a Méndez Álvaro a las
15:15 y me dirijo a los andenes en busca de la dársena de la que parte mi
autobús.
Busco en
las pantallas informativas y no aparece ninguno con destino a Ponferrada.
Supongo que será uno de los que va a Galicia, por lo que me voy a la zona de la
que parten los autobuses de la compañía Alsa hacia el noroeste peninsular.
Yo en principio compré
un billete hasta Ponferrada, pero cambié de idea y ahora mi intención es
bajarme en Astorga, donde según la web también tiene parada el autobús antes de
llegar a la capital del Bierzo.
Me acerco al bus que tiene como
destino Santiago y pregunto al conductor si es el que va a Ponferrada. Me
contesta afirmativamente y me indica en que parte del maletero debo dejar mi equipaje.
Le comento que querría bajarme en Astorga a pesar de que en mi billete ponga
Ponferrada y me comenta que no puede ser, que ese autobús no para en Astorga.
Que para bajarme allí debería coger el autobús que está situado en la dársena
de al lado con destino A Coruña.
En el área de servicio de Villalpando |
Pregunto
por la posibilidad de ir en el otro autobús y el conductor lo supedita a que no
estén todas las plazas ocupadas. Me acerco al chofer del otro autobús y me
confirma la buena noticia: no hay problema. Puedo viajar en su vehículo y
terminar mi viaje en Astorga como había previsto. Parece que la suerte está de mi parte.
Deposito
mi mochila en el maletero y subo al bus. Elijo un asiento libre junto a la
ventana. Por fortuna va medio vacío. Después de este pequeño
sobresalto, arrancamos y salimos de Madrid, primero por la M-30 y después por la A-6 , dirección A Coruña.
Pronto
noto el cosquilleo del hambre en mi estómago y doy buena cuenta del bocadillo
de tortilla de patata. El pan está algo correoso y la tortilla muy fría. Tiene
toda la pinta de ser de ayer. A pesar de todo, me sabe rico. Es lo que tiene el
hambre.
Cae la tarde en Villalpando |
El viaje
se produce sin sobresaltos y yo voy tan contento. Solamente el acto de viajar supone para mi un gran placer. Disfruto del paisaje que contemplo a través de la ventanilla.
Al cruzar el Sistema Central por el túnel de Guadarrama comienza a aparecer la nieve. No hay mucha, pero transmite el frío que debe hacer
fuera.
Al acercarnos a Tordesillas comienzo a percatarme de la gran cantidad de motos que hay por la carretera. Al llegar a este municipio vallisoletano descubro el motivo: este fin de semana se celebra aquí Motauros 2015, una concentración de moteros. En
la parada de esta localidad se suben al bus dos camioneros que toman asiento
delante de mí. Durante un rato escucharé su conversación sobre las vicisitudes
de su oficio y algunas de sus “batallitas”. No me considero una persona
especialmente cotilla, pero no puedo evitar prestar algo de atención a la
conversación y con ella me voy distrayendo.
Voy "camino de Santiago" |
Volvemos
a la carretera a las 18:30. El autobús abandona la autopista y realiza paradas
en Benavente y La Bañeza. En
poco más de una hora llegamos a Astorga. Ya es noche cerrada. Bajo del bus y recojo mi mochila del portaequipajes. Mi intención es ir directamente al albergue de peregrinos de la localidad. Me coloco mis prendas
de abrigo, los guantes y el gorro, ya que hace bastante frío.
Ayuntamiento de Astorga |
A
principios de semana he enviado unos e-mailes a varios albergues de la primera
parte de mi camino para cerciorarme de que están abiertos. He tenido respuesta positiva
de Astorga y de Foncebadón. En Ponferrada no creo que tenga problemas con el albergue San Nicolas de Flüe y en
Villafranca cuento con el Albergue Ave
Fénix de Jato. Ambos se supone que no cierran nunca. A partir de aquí, una vez ya en Galicia, los albergues de la Xunta están abiertos todo el año, por lo que no creo que deba preocuparme.
Entrada al Albergue Siervas de Maria |
Superado
el momento “bienvenida”, subo las escaleras que conducen al albergue “Siervas
de María”. Después de pasar por un par de puertas llego a un recibidor donde se
encuentra el hospitalero. Este me recibe amablemente. Me proporciona la
credencial y, una vez llevados a cabo todos los “trámites administrativos”, me
muestra las instalaciones.
Es este
un albergue bastante grande y bien acondicionado. Tiene más de 100 plazas en
varias habitaciones con literas y todas las equipaciones necesarias (agua
caliente, calefacción…). En la parte de abajo tiene cocina totalmente equipada y
un comedor amplio.
Me instalo
en la habitación que me indica el hospitalero. En ella hay 5 literas (10
plazas), de las cuales me parece que se encuentran ocupadas al menos 5 camas.
Dejo mis cosas en una de ellas y bajo al piso de abajo para ver la cocina.
Cuando estoy bajando las escaleras escucho la voz de dos andaluces tratando de
comunicarse con alguien en otro idioma. Al llegar al comedor descubro a este
par de peregrinos “conversando” con dos muchachas coreanas. Les saludo y me
dirijo a la cocina. Veo que es muy completa y que tiene cacharros para cocinar.
Como no tengo mucho apetito decido ir a comprar un sobre de sopa instantánea y
algo de fruta para cenar.
Vuelvo a la habitación dejando a los andaluces tratando de comunicarse con las coreanas (ellos les hablan en castellano y con gestos y ellas asienten). Cojo el abrigo y la cámara y me voy a dar una vuelta por la ciudad. Ya ha parado de nevar, pero el frío sigue siendo intenso. Llego de nuevo a la plaza del ayuntamiento, donde unos niños juegan al fútbol desafiando a las bajas temperaturas. Continuo caminando calle arriba y voy a parar al supermercado de la cadena El Árbol, donde hago acopio de alimentos. Compro tres briks de zumo de naranja, cuatro mandarinas, una barra de fuet, un par de latas de kas naranja, una sopa de sobre y una copa de chocolate.
Vuelvo a la habitación dejando a los andaluces tratando de comunicarse con las coreanas (ellos les hablan en castellano y con gestos y ellas asienten). Cojo el abrigo y la cámara y me voy a dar una vuelta por la ciudad. Ya ha parado de nevar, pero el frío sigue siendo intenso. Llego de nuevo a la plaza del ayuntamiento, donde unos niños juegan al fútbol desafiando a las bajas temperaturas. Continuo caminando calle arriba y voy a parar al supermercado de la cadena El Árbol, donde hago acopio de alimentos. Compro tres briks de zumo de naranja, cuatro mandarinas, una barra de fuet, un par de latas de kas naranja, una sopa de sobre y una copa de chocolate.
Placa situada en un jardín de Astorga |
Una vez
de vuelta al albergue, bajo a la cocina con mi bolsa de comida. Allí están ya
recogiendo sus cosas los peregrinos andaluces. Se llaman Rodolfo y Rafael. Son de Málaga. Para
Rafael, grandote y muy salao, es su primer camino. El más chiquito,
Rodolfo, es ya la tercera vez que se
embarca en una aventura de este calibre. Ambos deben rondar los 50 años. Han comenzado a caminar hace un par de días
en León y ya han sufrido en su primera etapa un gran aguacero y un albergue
precario sin calefacción, lo que les ha conducido a una segunda etapa dura, castigados por las agujetas y dolores musculares.
Ellos se
suben enseguida a descansar. Yo me preparo la sopa y mientras me tomo un kas
naranja. Aparece por allí otra simpática hospitalera que es la encargada de
levantar a los peregrinos a primera hora. Charlo un rato con ella y, viendo que
solo voy a tomar una sopa, me ofrece algo de cena. Yo se lo agradezco, pero no
tengo casi hambre y prefiero cenar ligero para dormir mejor.
Comedor del Albergue de Astorga |
Creo que los peregrinos no agradecemos lo suficiente la labor de estos hospitaleros voluntarios que dedican su tiempo de manera altruista al camino y a sus habitantes (que somos los peregrinos).
La buena mujer se va a su habitación y yo me dedico a mi sopita. Luego me tomo una mandarina y disfruto de la copa de chocolate. Friego todo lo utilizado durante mi cena y me subo a la habitación. Son cerca de las diez y ya hay algunos peregrinos acostados. Al final somos 7: las dos coreanas, Rafael y Rodolfo, un canadiense, un alemán y yo.
Echo un vistazo a la previsión metereológica en el móvil. Para mañana sábado dan temperaturas bajas por el día (no más de 4 grados) y a partir de las cuatro o cinco de la tarde comenzará a nevar. Se supone que durante la madrugada del sábado al domingo va a caer una gran nevada. Mi idea es llegar mañana a comer a Rabanal del Camino antes de las dos, para subir después tranquilamente hasta Foncebadón, donde realizaré mi primera parada. Si las previsiones se cumplen, no se si podré salir el domingo desde allí hasta Ponferrada...
Como aún
no tengo sueño, salgo al pasillo donde me encuentro con los dos andaluces.
Charlando un rato con Rodolfo me cuenta sus primeros pasos por el camino desde
León. Me comenta que al día siguiente les gustaría tratar de avanzar rápido y llegar hasta El Acebo, pasada la Cruz de Ferro, tratando de evitar el paso del puerto al día siguiente con la posible nevada. A mi me parece demasiado: muchos kilómetros, con un puerto, seguramente con nieve, y más en mi caso que es el primer día. Por lo visto ellos tienen pocos días y quieren llegar a Santiago, por lo que tendrán que intentar hacer etapas largas.
Enseguida se va a dormir. En el pasillo hay dos sillas y una mesita con revistas del camino y me dedico a ojearlas y de paso, voy rememorando mi primer paso por Astorga hace ya más de siete años cuando recorría mi primer camino.
Enseguida se va a dormir. En el pasillo hay dos sillas y una mesita con revistas del camino y me dedico a ojearlas y de paso, voy rememorando mi primer paso por Astorga hace ya más de siete años cuando recorría mi primer camino.
Con Miguel frente a la catedral (2007) |
En
aquella ocasión yo ya estaba enfilando la recta final de mi aventura y venía
henchido por el espíritu del camino. Hoy, en el mismo lugar, comienzo mi
andadura nada más y nada menos que por décima vez, con la misma ilusión
que la primera.
Pensando
estas y otras cosas me voy a la habitación, me meto en el saco y como no puedo
dormir, me pongo los cascos para escuchar música. Aunque para música, el
recital de ronquidos de mis amigos andaluces. ¡Qué poderío!
Finalmente,
pasada la medianoche, logro conciliar el sueño.
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