Martes, 10 de septiembre de 2013
( Comillas - Oyambre - Comillas: 11 km: 3 horas 30 minutos (1 hora en la playa))
Monumento al peregrino |
A las 7 de la mañana ya está casi todo el mundo en pie en el albergue de Cóbreces. Me levanto, recojo todas mis cosas y ante la imposibilidad de desayunar en ningún lugar cercano, me tomo unos bollos comprados el día anterior y una coca cola.
Jorge se levanta diciendo que ha pasado media noche en una silla porque había chinches en su cama. Es cierto que el local está algo destartalado y no niego la posibilidad de los chinches, aunque tampoco podría afirmar que los hubiera.
Grio de 180 grados |
En camino |
Bonita postal |
Nubes amenazantes en lontananza |
El día está medio nublado. En torno a las 7:30 enfilo la calle que bordea los dos edificios religiosos característicos de Cóbreces y me encuentro de nuevo con las flechas amarillas en una placita con un monumento erigido en honor a los peregrinos. Desciendo por la calle junto al muro trasero de la iglesia de San Pedro Advincula y unos metros después, a la salida del pueblo hago un giro de casi 180 grados a la izquierda por un camino que desciende hacia un frondoso bosque de robles y hayas.
Va a ser La Iglesia |
Curiosa fachada de Ruiloba |
Este pequeño oasis se trunca al volver a pisar el asfalto en un par de kilómetros. En ocasiones, a lo lejos queda a la vista del peregrino el mar Cantábrico mientras pasamos cerca de grandes caserones con aspecto medio abandonado.
En un par de kilómetros más, cuando vuelvo a caminar por un carril peatonal pintado en la carretera, paso junto al Camping el Helguero y llego a la población La Iglesia. El camino pasa junto a una casa con la fachada pintada con un mapa de la zona e inscripciones sobre Ruiloba (nombre del municipio al que pertenece La Iglesia ).
El camino sube y baja en varios tramos, ofreciéndome varias postales bonitas de Iglesias destacando sobre el azul del cielo y el mar. En este sube y baja me encuentro con Karl y Sara. El joven alemán ha probado a caminar con su maltrecha rodilla, y parece que se está resintiendo de su lesión. Tiene mala cara y no parece que pueda seguir mucho más. Las rodillas son muy delicadas y una vez que te lesionas una es muy difícil recuperarte sin varios días de descanso.
Les dejo atrás descansando, mientras bajo hasta Concha y giro a la izquierda por su tradicional Calle Mayor. Veinte minutos después, por una pista en descenso desde la que se contempla el mar ya muy cerca, llego a la carretera que enseguida me lleva a Comillas. A mi derecha se ven unos acantilados donde rompe el mar mansamente y al fondo la playa de la localidad que, según el tiempo que hace, no creo que pueda disfrutar.
En una rotonda antes de entrar en Comillas tomo una calle a la izquierda en ascenso que me conduce al centro del pueblo. Paso junto al parking público y bajo hacia la Iglesia de San Cristóbal para llegar hasta una plaza llena de terrazas ahora desiertas donde se me antoja desayunar un chocolate con churros.
Iglesia de San Cristobal, Comillas |
Después de degustar los churros y el chocolate me dirijo al lugar donde se encuentra el albergue. Está situado en lo alto de una peña en lo que era la antigua cárcel de la villa. Cuando llego veo que tiene en la puerta unas señales de esas que están ahora tan de moda en el camino en las que aparecen distintas localidades y la dirección y la distancia a la que se encuentran. En este caso indican los lugares Santos: Roma, Jerusalén, Santiago y Santo Toribio de Liébana.
Veo que hay una mujer limpiando las habitaciones. Miro la hora. Son las 10:30. Después de cavilar sobre las diferentes opciones que se me presentan, decido continuar caminando. Bajo hasta la zona del pueblo donde se encuentran el Palacio de Sobrellano y el Capricho de Gaudí. Tomo unas fotos y continuo por la carretera que me conduce a las afueras de la población. Hay aquí un tramo en el que el camino va paralelo a la carretera por un paseo utilizado por ciclistas y paseantes. Paso por Rubárcena y llego hasta La Rabia , cruzando la Ría del mismo nombre por un puente que hay tras pasar por “una tienda divertida" (ver foto).
Las nubes amenazantes que pueblan el cielo no aguantan más y comienzan a descargar. Desde el puente contemplo el Parque Natural de Oyambre y 200 metros después, en un recodo donde hay un mirador, paro a intentar ponerme las lentillas. Como no parece haber cerca una parada de autobús, lugar ideal para guarecerse o cambiarse cuando el tiempo se pone feo, me siento en el suelo en una zona seca pues está algo resguardada por unos árboles.
La lluvia va y viene. Como también hace bastante viento y no dispongo de espejo tardo un buen rato en colocarme correctamente las lentillas. Paso un momento de apuro después de ponerme la lentilla izquierda. Cuando voy a ponerme la derecha y no lo consigo, se me cae y no la encuentro por ningún lado. Tras buscarme en las ropas y en el suelo aparece en un pliegue de mis pantalones. Debo decir que las lentillas que utilizo son lentillas blandas desechables, de un solo uso, muy cómodas para estas ocasiones. Limpio la lente y al fin consigo colocármela en el ojo.
Parque de Oyambre |
La lluvia va y viene. Como también hace bastante viento y no dispongo de espejo tardo un buen rato en colocarme correctamente las lentillas. Paso un momento de apuro después de ponerme la lentilla izquierda. Cuando voy a ponerme la derecha y no lo consigo, se me cae y no la encuentro por ningún lado. Tras buscarme en las ropas y en el suelo aparece en un pliegue de mis pantalones. Debo decir que las lentillas que utilizo son lentillas blandas desechables, de un solo uso, muy cómodas para estas ocasiones. Limpio la lente y al fin consigo colocármela en el ojo.
¡Ya podias haber aparecido antes! |
Dunas de Oyambre |
Así pues, continúo por la carretera CA-131, pasando por delante de una casa que tiene expuestas en la calle en mesas un montón de calabazas y llego al puente sobre la Ría Capitán. Un poco antes en un lugar que parece abandonado un cartel anuncia “Salón de Baile Las Calabazas. Mira como bailan”. Giro a la derecha y paso junto al desvío que a la izquierda conduce a un par de Campings. En uno de ellos fue en el que estuve yo durante el puente de agosto hace un mes y la verdad es que estuvo genial (Camping Playa de Oyambre).
Paso junto a un campo de golf y llego a la extensa playa de Oyambre. Como está chispeando y muy nublado el arenal está casi desierto. Las agujas del reloj marcan el mediodía cuando extiendo mi capa de agua sobre la arena para depositar sobre ella mi mochila y para acomodarme a disfrutar del embate de las olas.
Las nubes que pueblan el cielo confieren al mar un color gris oscuro amenazante. Me paseo un poco por la playa y disfruto con el silencio y la tranquilidad de un lugar verdaderamente idílico.
Vuelve nuevamente el orbayu, por lo que decido recoger mis bártulos, salir de la playa y calzarme. He pasado algo menos de una hora en la playa y ha sido suficiente para decidirlo: me vuelvo al albergue de Comillas a ver si hay suerte y al día siguiente el tiempo me permite disfrutar un poco más de la playa. Si siguiera hasta San Vicente de la Barquera ya abandonaría la costa al día siguiente y me adentraría en la Cordillera Cantábrica. De esta manera sigo con el plan previsto inicialmente.
Antes de volver a Comillas, veo que en la playa hay una pequeña oficina de información turística situada en una cabaña prefabricada. Entro para hacerme con un plano de la zona y charlando con la muchacha que me atiende me cuenta que ha hecho un curso sobre el camino y que ciertamente el camino históricamente salvaba la Ría Capitán por el interior y no transitaba por las playas de Oyambre. Coincide conmigo en que es más bonito el camino por las playas y me comenta algunas curiosidades sobre el Camino del Norte a su paso por la zona.
Peregrino y sus botas |
La playa estaba desierta |
El primero en llegar es Enrico, un simpático polaco. Tras él llegan una pareja de jóvenes alemanes algo “pijos”, un italiano acompañado de una andorrana y un canario. Posteriormente llegan dos alemanas, Anne y Yun, y después varios peregrinos más.
Poco antes de las 3 llega la hospitalera y nos abre el curioso albergue. Nos vamos registrando y ocupando las habitaciones. Al poco de entrar el polaco da la voz de alarma.
Dice que en su habitación de la planta baja hay chinches. Ante el temor a las picaduras, varias personas se van a pensiones de la localidad, incluido el polaco y la pareja de alemanes pijos. Yo me instalo en la planta de arriba, donde no nos parece ver ninguno de esos indeseables bichejos. La hospitalera, preocupada, mira y remira y no termina de encontrar rastro de chinches, y nos pide que si al marchar notamos picaduras se lo hagamos saber para que se tomen las medidas oportunas.
Lugares Santos del planeta |
Finalmente nos quedamos en el albergue el canario, un grupo de alemanes sexagenarios, las alemanas Anne y Yun y yo. Luego se nos uniría un ciclista de Alcobendas y algún peregrino más.
Albergue de La Peña, Comillas |
Subo a la planta de arriba y me acomodo en mi cama. Mientras escribo mi diario entablo conversación con Anne, una muchacha alemana de Rostock que está realizando una parte del camino del Norte. Comenzó en Bilbao y cree que llegara como mucho hasta Gijón, ya que no tiene más días de vacaciones y tiene que volver a casa. Estudió español en la escuela, pero ya prácticamente no lo recuerda y está tratando de volver a aprenderlo. Charlamos un rato sobre el camino y lo gratificante y duro que es. Yun, su compañera de viaje a la que ha conocido recientemente, si va hasta Santiago.
Mi perdición |
Cae la tarde y bajo al comedor del albergue a tomarme lo que me queda de fuet junto a las alemanas y al ciclista de Alcobendas, mientras ellos se comen una tortilla y una pizza precocinadas. Mientras comemos nos echamos unas risas, contando anécdotas y comparando los clichés y estereotipos que tienen los alemanes de los españoles y viceversa.
Cuando ya me voy a la cama, charlo un rato con el peregrino canario. Me cuenta su rocambolesca historia: el día que comenzaba su peregrinación en San Sebastián dio un tropezón paseando por la playa de la Concha , lesionándose en la pierna. Como ya tenía previsto estar todo el mes en el camino, está recorriendo todas las etapas en autobús. Me suena un poco raro, pero quién soy yo para juzgar el peregrinar de cada uno.
Vigilante por los chinches y deseoso de que el nuevo día nos bendiga con un sol espléndido me dejo caer en los brazos de Morfeo.
¡¡¡Vaya botas!!! |
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