Llegó el segundo duelo, aquel que de verdad otorgaba un título al finalizar el partido, y las sensaciones eran muy diferentes en uno y otro bando. Los culés lo afrontaban con la tranquilidad que les ha dado Guardiola, un técnico que transmite a sus jugadores como entrenador lo que ya trataba de plasmar en el terreno de juego como organizador. Sus últimos títulos, su supuesta superioridad a todos los equipos del mundo con su juego de toque les llevaban a ver esta jornada como un nuevo paseo para los Messi, Xavi y cía.
Del otro lado los vikingos, un equipo en progresión, muy distinto al que se llevó una manita en su visita al Camp Nou allá por noviembre del año pasado. Con la lección bien aprendida y testada a medias el pasado sábado en el partido de Liga, los de Mouriño sabían que podían llevarse esta Copa. El esfuerzo iba a ser titánico, pero los Ronaldo, Casillas y cía esperaban su destino con hambre de un título que ya hacía 18 años que no pisaba el Bernabéu.
Y el partido, para sorpresa de culés y antimouriños, estuvo dividido. El balón fue para el Barça, como casi siempre. Pero esta vez se puso de relieve lo que mucho venimos diciendo desde hace tiempo. Tener el balón en el centro del campo y jugarlo de manera exquísita en horizontal no es fútbol. Sin profundidad, sin ganas de atacar, sin ocasiones, puedes ser un fiera manejando el esférico, pero si quieres ser una estrella con eso solo, vete al circo. El Madrid salió a morder, a pelear el balón bastante arriba, a robarlo y a armar la jugada a la velocidad del rayo. Las claras ocasiones las puso el equipo merengue y no se fue al descanso con ventaja porque a Cristiano le faltaba calentar un poco y el palo se alió con Pinto para sacar un testarazo de Pepe.
La segunda parte respondió al guión de los de Guardiola. El Madrid bajó la presión, por desgaste o esperando un partido muy largo. El Barça comenzó a combinar más cerca del area blanca y las ocasiones llegaron y se dieron de bruces con el Angel de la Guarda de la porteria madridista. Casillas sacó uno, dos, tres... todos los balones que se apróximaban a su habitat eran inmediatamente repelidos por este engendro de la naturaleza lleno de reflejos inhumanos. Cuando ya llegaba a todos el olor a prórroga, Pinto, el guardameta culé, sacó una buena mano a un derechazo del zurdo Di Maria que muchos ya veíamos dentro.
Fin de los noventa minutos. Primer tiempo para el Madrid. Segundo para el Barça. La prórroga... sería finalmente blanca, como el partido, como la Copa. Con Ronaldo como cabeceador suspendido del cielo y Casillas llorando por la consecución del único título que faltaba en su enorme palmarés.
El próximo miércoles nos volvemos a ver las caras en el Bernabéu. Será duro y emocionante. De momento:
CAMPEOONES, CAMPEOONES, OE, OE, OEE!!
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