La última y única vez que escribí de fútbol por estos lares fue el año que conseguimos (los madridistas) nuestra trigésima liga. Un título que costó mucho esfuerzo conseguir. Un éxito que se fraguó gracias a la entrega, el arrojo y la lucha de unos jugadores que nunca dieron la batalla por perdida y que al final obtuvieron merecida recompensa a su esfuerzo.
Esta vez conseguir la liga es objetivo practicamente imposible. Pero la Copa del Rey y La Décima están ahí, muy cerquita ya. De la primera solo nos separa un partido. De la segunda dos contra el mismo contrincante que en la final de Copa, y si le eliminamos solo quedará la final de Wembley, quizá contra el actual equipo de la mayor estrella de nuestro club en los últimos tiempos.
Nuestro entrenador por aquel entonces era y es reconocido por su gran rigor táctico y por su juego más efectista que preciosista. Nuestro entrenador ahora es otro, pero sus cualidades son parecidas a las del de entonces, así como sus defectos si acaso los tiene.
Ahora mismo estamos asistiendo a un acontecimiento futbolístico sin parangón en los últimos años. En tan solo 18 días se enfrentan en cuatro partidos de tres competiciones distintas los dos equipos más laureados del fútbol español. Y podemos afirmar también que son actualmente los dos mejores equipos del mundo.
Así pues, aquellos que llevamos dentro el amor y la devoción por los colores de una de estas instituciones vivimos unos días llenos de emociones. Esperando a que llegue cada cita con la incertidumbre del resultado final y con el deseo de una nueva victoria basada en el esfuerzo y la demostración de un mayor poderío futbolístico.
Para un madridista es esta una etapa ilusionante, en la que un equipo joven se encuentra en continuo crecimiento comandado por el entrenador que quizás sepa extraer lo mejor de cada jugador del equipo que dirige. Enfrentándonos a un Barcelona que despliega un juego de toque, con unos jugadores impresionantemente técnicos que son capaces de marear el balón durante horas sin dar a sus adversarios la oportunidad de olerlo... hasta que ha llegado el Madrid.
Después de dos años en los que no había nada que hacer. Tras el cinco a cero del Nou Camp. Ahora, en la liga hemos conseguido remontar un resultado adverso con un jugador menos y conseguir un merecido empate, que si bien no nos vale para poder aspirar con claridad al título, nos muestra lo que el pundonor, la entrega y la lucha que supone el llevar la camiseta blanca puede conseguir sea cual sea el rival.
"Hasta el final vamos REAL"
Ese día 16 de abril se sentía en el ambiente del Bernabéu que esta vez sería diferente a los dos anteriores años. Ya se vislumbraba el título copero que conseguiríamos el miércoles siguiente y la más que probable clasificación para la final de Champions que todos esperamos conseguir, no sin esfuerzo, lucha y sufrimiento.
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