Jueves 19 de septiembre de 2013
22 Km (6,30 horas, incluida 1 hora en monasterio)
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Saliendo de Gradefes |
En el albergue de Gradefes he vuelto a disfrutar de otra
plácida noche en la que el silencio solamente se ha roto a primerísima hora de
la mañana cuando los dos peregrinos que comparten conmigo albergue (que no
habitación) se preparaban para irse, rompiendo un espejo y haciendo un ruido
innecesario. Conseguí volver a conciliar el sueño hasta las 8 y cuarto, momento
en el que decido levantarme. Me aseo en el baño que tengo en mi habitación y me
desayuno los donuts comprados ayer regados con un gran vaso de leche.
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Desvío a Casasola de Rueda |
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Hoy voy a pisar bastante alfalto |
A las 9 y diez abandono el albergue, comenzando a caminar
por la carretera en dirección a Cifuentes de Rueda. En un par de kilómetros las
flechas me sacan de la carretera tomando una pista ancha que tras un par de
bifurcaciones me vuelven a llevar a la carretera entrando ya en el primer
pueblo de la jornada.
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Reciclando en Casasola de Rueda |
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Por la ruta vadiniense voy |
El día está bastante despejado y parece que hará calorcito.
Salgo de Cifuentes y poco después tomo un desvío hacia Casasola de Rueda,
atravesándolo rápidamente. Antes de llegar a Rueda del Almirante me desvío a
mano izquierda por una pista asfaltada. Hoy es el día de los pueblos de Rueda.
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Peregrino en sombra |
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Interior de San Miguel de la Escalada |
Sigo este camino rural durante varios kilómetros hasta
llegar a un cruce. Por la izquierda continúa el camino con San Miguel de
la Escalada aquí mismo. A la
derecha el monasterio del mismo nombre, a unos
500 metros, de visita
obligatoria.
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Mi mochila tras la puerta |
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Monasterio |
A las 11 de la mañana llego al monasterio. He recorrido casi
diez kilómetros en dos horas y se me han pasado volando. La entrada al
monasterio cuesta 2€. El guarda que está allí me abre las dos partes, la
mozárabe y la románica, y se vuelve a su garita.
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Bello monasteriio
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Pórtico del monasterio |
Me paseo por el interior del monasterio dejándome embriagar
por la tranquilidad del lugar. Disfruto con los dos pequeños espacios solo para
mí; hasta que unos minutos después llegan una pareja de turistas extranjeros,
con los que en el guarda parece surgir un interés especial. Les hace un pequeño
tour haciendo de guía y explicándoles algunas curiosidades, como el origen de
columnas y capiteles, muchos de ellos tomados de Lancia o del Monasterio de
Eslonza, hoy en ruinas.
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Desvio hacia el monasterio |
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Se supone que estoy escalando.... |
Después de las explicaciones y las chanzas del guarda decido
reemprender la marcha.
Ya es mediodía y el sol calienta con fuerza. En unos cinco
minutos llego al pueblo de San Miguel de la Escalada, donde está el desvío en el que debo
decidir si seguir hasta Mansilla de las Mulas o acortar para llegar a Puente
Villarente por la denominada “Ruta Monumental”.
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Cruce. Yo me voy por la ruta monumental. |
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Bicicleta macetero |
Como tenía previsto, tomo la variante hacia Villarente
pasando por las ruinas del Monasterio de Eslonza. De San Miguel de
la Escalada salgo por una
pista de tierra primero en ligero ascenso y luego más o menos llaneando. Son
algo más de cuatro kilómetros hasta llegar a Santa Olaja de Eslonza, donde vuelvo
a tomar contacto con la carretera LE-213.
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Esa cruz de Santi |
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Caminando por la llanura leonesa |
Un poco más adelante, a mano derecha, quedan las ruinas del
Monasterio de San Pedro de Eslonza. El perímetro esta vallado, aunque desde
fuera se puede ver algunos restos de los muros y algunos elementos del monasterio,
pero la verdad es que está muy deteriorado.
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Santa Olaja de Eslonza |
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Ruinas del monasterio de Eslonza |
Continúo por la carretera y en una media hora llego a
Villarmún. Es el momento de hacer una pequeña parada para tomarme una lata de
coca cola y un poco de chocolate con almedras.
Cuando el reloj pasa de las dos de la tarde vuelvo a caminar
por la carretera, dando mis últimos pasos ya por el Camino Vadiniense.
Atravieso Palazuelo de Eslonza y en torno a las tres llego a Villafañe.
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Viejo puente sobre el río Moro |
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Iglesia de Villarmún |
En algún punto hay alguna flecha que te saca de la carretera
a tomar caminos de tierra que pueden ser paralelos, pero teniendo ya tan cerca,
el final de la etapa y con ganas de llegar prefiero seguir por el asfalto,
donde también veo flechas de vez en cuando. De esta forma creo que al final
hago algún metro más y por asfalto, pero ante la duda…
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Bastón sobre gran tronco |
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Villafañé, ya casi en el camino francés |
Salgo de Villafañe por la carretera, paso por debajo de un
puente de una autopista, y enseguida tomo contacto con el río Porma. Recorro
unos metros por una vía ciclista y llego al cruce con la carretera N-601, donde
me incorporo a la gran vía que es el Camino Francés. Cruzo el puente sobre el
río Porma que da nombre al pueblo en el que finalizo la etapa de hoy (Puente Villarente)
Tengo decidido pernoctar en el albergue privado San Pelayo,
que queda a mano derecha de la carretera, saliendo unos metros por una calle
paralela a la nacional.
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Si cojo este desvío llego antes |
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Autovía del Camino de Santiago |
Llego poco después de las tres y media. Me toman los datos,
sello, pago los 8 euritos y me llevan a un cuarto lleno de literas en el que ya
hay ocupadas más de la mitad. ¡Qué diferencia en comparación con los albergues
en los que he pernoctado hasta hoy!
El albergue está muy bien. A pesar de que al final
prácticamente se llenará (unas 52 personal), las instalaciones son más que
correctas. Dispone de un patio interior en el que disfrutar del sol de
septiembre que hoy pega con fuerza.
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¿Andadero o vía ciclista? |
Me instalo en mi litera, por suerte una de las de abajo. Voy
a darme una ducha y ya limpito me voy a dar una vuelta por las inmediaciones y
aprovecho para comprar una coca cola y unos kas naraja. Me vuelvo al albergue,
que aún no he comido nada, y me tomo lo que me queda fuet con lo que me queda
de pan, me bebo los refrescos y de postre unas gominolas. Yo y mi alimentación.
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Y ya en el Camino Francés |
Después aprovecho para descansar un poco. Charlo con algunos
peregrinos chapurreando inglés y al rato me tumbo en la cama para ponerme a
actualizar este diario. Cuando estoy en ello se acerca a mi una peregrina
húngara, Agnes, que me pide que le ayude a escribir en castellano una nota de
agradecimiento a la hospitalera. Resulta que hace un par de días cayó enferma y
desde entonces ha permanecido en el albergue bajo su atento cuidado. Quiere
agradecérselo, pero ella no sabe castellano y la hospitalera no entiende el inglés.
Le echo una mano. Después de mis experiencias en este camino, quizá debiera
dedicarme a labores de traducción…
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Pequeño puente peatonal
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Un poco después doy un nuevo paseo y me vuelvo pronto, ya
que el albergue ofrece cena a las 19:00 por 10 €.
A la hora en punto suena una campaña llamándonos al comedor.
Allí nos sientan en mesas de seis comensales y nos sirven una cena, que debo
reconocer me sabe a gloria, compuesta por una gran ensalada mixta muy
completita y un filete de lomo, todo acompañado de grandes dosis de vino con
casera. Mis compañeros de mesa son una pareja irlandesa y un grupo de tres
suizos de unos 60 años que vienen desde Saint Jean. Los suizos hablan italiano
y durante la cena mantenemos una animada charla sobre el camino y los
peregrinos.
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Este albergue no me daba muy buena espina |
La hospitalera, que es quien nos va sirviendo los platos, se
pasea por las mesas charlando con los peregrinos y la verdad es que el ambiente
que se respira es muy sanote y entrañable. Así pues, un 10 para este albergue.
Es curioso que de los 56 peregrinos que finalmente llenamos el alojamiento,
solo cuatro somos españoles. El resto son de múltiples nacionalidades.
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Un montón de flechitas me conducen |
Hay muchos ciclistas (hay un grupo polaco bastante numeroso)
y entre ellos se encuentra Andoni, un muchacho de Lasarte que dormirá en una litera
cercana a la mía y con el que charlo durante un buen rato antes de acostarnos
sobre nuestras experiencias vividas en el transcurso de nuestras
“peregrinaciones”.
Poco antes de las diez en punto apagan las luces y tras la “sugerencia”
de silencio por parte de algún peregrino de manera algo airada (y eso que
estamos charlando en voz bastante baja), decidimos acostarnos.
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Y llego al albergue San Pelayo |
Siempre he defendido el silencio y la tranquilidad a una
hora prudente para el buen descanso del peregrino, pero también me incomodan
los males modales a la hora de pedir silencio y que se haga de manera exagerada
(y antes de la hora acordada). Supongo que tiene que ver con esa obsesión del “peregrino
veraniego del camino francés” que exige airado silencio antes de las 10 de la
noche, pero se levanta antes de las 5 de la mañana (a pesar de que amanezca a
las 7) y a esa hora no tiene ningún reparo en hacer todo el ruido del mundo al
colocar su mochila.
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Cómodo jardincito del albergue |
Pero bueno, poco después de las diez ya estoy durmiendo
placidamente y curiosamente, en una habitación con 16 peregrinos, no se
escuchan apenas ronquidos.
Ya solo me queda llegar mañana a León y poner punto final a
esta aventura.