06 abril 2012

Paseo blanco de Viernes Santo

Me levantaba esta mañana a eso de las 12:30 (pa' que madrugar) y después de mirar por la ventana y comprobar que hacía un nuevo día de esos de "va a llover sí o sí", en un arrebato de locura decidí hacer una salida a andar por el monte. Desayuné un par de vasos de leche con magdalenas y galletas, miré los horarios del cercanías a Cercedilla y en un pispás metí cuatro cosas en la mochila: chubasquero, pantalón de plástico, un sandwich y una coca-cola. Me calcé mis botas de montaña y a correr a por el tren que pasaba a las 14:08 por Nuevos Ministerios.

Llegué sin problemas a la estación. Una vez en el tren, comencé a hojear en mi libro de rutas alguna que pudiera adaptarse al horario y al día "inestable". Finalmente decidí elegir al llegar a la sierra, aunque cualquier "paseo" por el valle de la Fuenfría se me antojaba asequible.

En Madrid no llovía, y al pasar por el Pardo, Las Rozas o Galapagar veía como los claros se alternaban con grandes y amenazantes masas nubosas en el cielo. De pronto, al mirar por la ventana del tren ví a lo lejos que no veía nada. La sierra estaba totalmente oculta por una mole de nubes negras. Empezaba a pensar que la lluvia podía impedirme la caminata, a pesar de ir pertrechado con mi "equipo para la lluvia".

Pero cual fue mi sorpresa al pasar por la estación de Los Molinos y contemplar atónito que comenzaba a nevar. Pero no a nevar un poquito, no. A nevar con mala leche. De vez en cuando asomaban entre las nubes partes de la sierra cubiertas por un manto blanco. ¡Vaya! No había previsto está eventualidad, aunque bien pensado, igual era mejor esto que la lluvia.

Así que al bajar del tren en Cercedilla me encontré con una copiosa nevada y una temperatura fría, pero agradable para caminar. Valiente y decidido, me enfundé en todo el plástico que llevaba en la mochila (pantalones y chubasquero) y tomé la senda Puricelli. La nieve caía sin cesar, pero las sensaciones de libertad, paz y tranquilidad eran indescriptibles mientras me adentraba por los pinares del valle de la Fuenfría. El único pero era que se me había olvidado coger las lentillas, y en un día así con las gafas, ver bien se torna casí imposible. Menos mal que este camino está bien señalizado con círculos de color azul oscuro en los árboles cada poco espacio, por lo que no te pierdes ni aunque quieras.

Fue una tarde maravillosa. Después, una vez pasado el Hospital de la Fuenfría y habiendo llegado al Punto de información del valle, decidí recorrer el llamado Camino del Agua, señalizada con círculos azul clarito y que te lleva por la otra parte del valle hasta el centro del pueblo de Cercedilla.

No paraba de nevar. Atravesé varios puentecillos de madera sobre los muchos arroyos que por aquí deslizan sus aguas y comencé a ganar un poco de altura por la otra cara del valle. En un lugar algo resguardado por los pinos hicé una pequeña parada técnica. Me tomé el sandwich y en veinte minutos ya estaba de nuevo caminando sobre y bajo la nieve.

Al final, tras unas dos horas y media de paseo llegué a las inmediaciones de Cercedilla y en ese momento un rayo de sol me apuntó desde lo alto. Cuando llegué al pueblo nevaba ligeramente y el sol trataba de abrirse paso entre las nubes. Volví a la estación, tomé el tren de vuelta a casa y di por terminado mi paseo blanco de Viernes Santo.

Primeros tramos del Camino Puricelli subiendo desde la estación de tren de Cercedilla



Cada vez había más y más nieve en el suelo y en los árboles


Una vez pasado el Centro de interpretación del Valle de la Fuenfría tomo el Camino del Agua


Y más y más nieve

Yo bajo la nieve




Y finalmente en Cercedilla, con sol y unos pequeños copos, reminiscencias de lo que antes nos acompañó.