27 noviembre 2008

Hoy hace un año...

... más o menos a estas horas llegaba, después de recorrer 775 kilómetros a través de la geografía española, a Santiago de Compostela y me encontraba frente al Pórtico de la Gloria acompañado de mi buen amigo y compañero peregrino Miguel de Vigo y de las peregrinas de Salceda de Caselas Mónica, Yoli, Tania, Mucha y Pilar. No voy a decir que fuera el momento más especial del camino, ni que sea una fecha más relevante que otras por lo que sentí al llegar delante del apostol, destino inevitable del largo peregrinar que me había ocupado durante más de un mes. Simplemente marcaba un punto dentro del camino, en mi caso un punto y seguido, que ponía fin a unos días intensísimos llenos de buenas experiencias y de situaciones enormemente enriquecedoras y gratificantes. Pero fue el colofón a un sinfín de sensaciones cuyos ecos todavía retumban en mi corazón y que si he de ser sincero, dejaron una huella imposible de borrar.

Como muchos dicen, más camino y menos Santiago. Porque Santiago es en muchos casos la meta, sí, pero lo verdaderamente importante se ha dejado atrás en cada recodo del camino, en cada cuesta hacia las cumbres, en cada sendero surcado por las botas ajadas del peregrino. Es durante la gran travesía donde se abastece nuestro corazón y nuestro alma de nuevas fuerzas y bríos que nos permiten afrontar con serenidad y paciencia los envites del camino. Y es después de haberlo vivido cuando uno llega a Santiago con la sensación de los deberes cumplidos, con la cabeza bien alta y a su vez con una dosis de humildad y reconocimiento a lo divino por habernos permitido alcanzar nuestro fin.

Hoy, un año después, no puedo dejar de acordarme de todos aquellos peregrinos con los que compartí tantos momentos durante mi Camino del año 2007, a los que también sumo los conocidos este año en mi andadura por el Camino Aragonés rematado hace un mes en Eunate.

Ellos, vosotros, caminaréis conmigo siempre.



ULTREIA ET SUSEIA!!!!



26 noviembre 2008

Etapa 0: Madrid - Jaca

16 de octubre de 2008

Por fin había llegado el momento. Después de tantos días de preparación había llegado la hora de volver al Camino. He de decir que aguardaba con impaciencia que ese día llegara, y es que los recuerdos y las experiencias vividas durante el Camino Francés el mes de noviembre de 2007 habían creado en mi cierta adicción al Camino. Esta vez solamente disponía de unos 10 días para desconectar y tratar de sumergirme en la naturaleza y en ese espíritu especial que rodea a la ruta jacobea. Diez días que, como descubriría más adelante, dan mucho de sí.

De nuevo, como hacía practicamente un año, me asaltaban algunas dudas sobre mi estado físico. Y es que esta vez mi preparación había sido un tanto menor y creo que mi grado de sedentarismo va creciendo año tras año. También me acechaban ciertos temores ante lo desconocido de la ruta, ya que el Camino Aragonés tiene fama de estar menos preparado en cuanto a servicios (albergues, restaurantes, farmacias...) que la auténtica autopista que es el camino francés. Si a eso le unimos la fama que tiene de camino solitario y las fechas, ya bien entrado el otoño, pues tenemos todos los alicientes necesarios para que la expectación fuera máxima.

Es cierto que esta segunda vez había algo diferente, y es precisamente eso, que no era la primera y que una parte de la magia y del miedo a lo desconocido estaba superada. También es verdad que en esta ocasión la motivación espiritual, o religiosa por llamarla de alguna manera, era menor; quizás más difusa; en todo caso diferente. Supongo que también hace mucho saber de antemano que tu camino tiene un principio y un fin acotado de alguna manera por las circustancias de tu vida, en este caso laborales, y no como en la anterior ocasión que sabía cuando iba a empezar, pero no tenía claro si llegaría hasta el final y no tenía problemas en terminar en 10 diás, en 20, en 30 o en 40.

Pero una de las cosas que aprendí en mi primer camino es que el Camino de cada uno tiene un principio y un fin, y este no es el que marcan las guías, los tratados, ni tan siquiera la tradición. Tu camino empieza y termina en el punto en el que tu eliges, o más bien en el que tus circustancias eligen, y para cada uno, como en la vida, hay un camino diferente.

Pues como iba diciendo (que ya he escrito unas cuantas lineas y todavía no he empezado a contar nada de la etapa cero), amaneció un bello día 16 de octubre de 2008 y, como un jueves más, yo me dirigí a primera hora de la mañana al trabajo. Evidentemente para mi no era un día más, ya que tras mi jornada laboral tenía por delante diez días de asueto que aprovecharía al máximo realizando el Camino de Santiago en su vertiente aragonesa.

Con el permiso de mi jefe, salí una hora antes de lo normal, lo que me permitió ir hasta mi casa, comer rápidamente la comida que mi buena madre me tenía preparada, coger mis bártulos preparados la noche anterior y dirigirme a la estación de Atocha para tomar el AVE de las 16:20 que me llevaría a Zaragoza.

Fue durante el trayecto en tren cuando me dió por pensar en las curiosidades que tiene la vida. Un indicador dentro del vagón marcaba que el tren llevaba una velocidad de 300 kilómetros por hora (hay que ver lo que corren estos trenes). A este ritmo, en algo más de una hora llegaría a Zaragoza, que se encuentra a unos 320 kilómetros de Madrid. "Y yo voy a tardar más de una semana en recorrer menos de 200 kilómetros..." Se me hacía raro pensarlo. Y más raro aún pensar que yo estaba en ese momento sentado tan tranquilo, viendo los arboles y las casas pasar a una velocidad de vértigo y que durante los días siguientes iba a necesitar más de una semana para recorrer menos distancia que la que estaba recorriendo en esa hora. Me dió por pensar que una etapa media del camino de unos 25/30 kilómetros eran unos 5 minutos sentado en ese tren. Vamos, que en el tiempo que yo estaba pensando todo eso ya me había hecho un par de etapitas tan tranquilo y sin moverme del sitio. Pero ¿Cuántos paisajes no había disfrutado? ¿Cuántos olores no había sentido? ¿Con cuántas personas había dejado de encontrarme? ¿Cuántas experiencias no había vivido? O lo que es lo mismo ¿cuántas cosas me había perdido por ir tan rápido?

Después de estas paranoias, llegué a Zaragoza, donde tenía que esperar más de dos horas para tomar el autobús que me llevara hasta Jaca. Di una vuelta por la mega estación de trenes y autobuses y me tomé un bocata de lomo con queso para amenizar la espera. Supongo que para muchos de los que allí estaban era curioso ver a un joven paseándose por la estación con una mochila al hombro y un bastón de peregrino haciendo tac, tac, tac al caminar.

Con un poco de retraso salimos de Zaragoza. Eran las 19:30 pasadas y ya había caído la noche.

Yo tenía una pequeña preocupación con este autobús, ya que había leído en algunos foros que solía tener retrasos, y como su hora de llegada a Jaca eran las 21:40 y el albergue de la localidad jacetana en el que pensaba pernoctar cerraba sus puertas a las 22:00 horas, iba un poco pillado de tiempo. Cuando ví que encima el motor hacía un ruido extraño y que parecía tener poca fuerza y poca velocidad en las cuestas debo decir que me preocupé un poco más. A eso de las 21:00 llamé al albergue para asegurarme de que la hospitalera me esperara si llegaba fuera de hora. Lo curioso es que tras la llamada me sentía aún más intranquilo, ya que aunque la responsable del albergue esa noche no me había dicho que no me fuera a esperar, tampoco me había asegurado que fuera a estar allí cuando yo llegara si lo hacía más tarde de la hora. Se limito a decirme:
"Date prisa" . Como si yo pudiera pisar el acelerador del autobús.

Llegamos a Jaca a las 22:00 horas justas. Salí de la estación corriendo en la dirección que me había indicado la hospitalera. Trate de buscar las marcas con las conchas en el suelo y al no conseguirlo pregunté a un treintañero por el albergue de peregrinos y no tenía ni idea. Más suerte tuve al preguntar a una pareja, que me indicaron amablemente que siguiera todo derecho por una calle y que en la cuarta bocacalle girara a la derecha y que por ahí estaba. Siguiente estas indicaciones enseguida me encontré las conchas metálicas en el suelo que me indicaban que iba por buen camino. Recordando el
"date prisa" corrí con mi mochila a la espalda y mi bordón en ristre por las calles de Jaca.

Pasé por delante del albergue, pero al no estar señalizado, no lo ví (iba un poco como loco) y me pasé unos cien metros. Salí a una calle más grande y al no ver más señales jacobeas decidí volver a llamar a la hospitalera para que me indicara. Eran las 22:05. Resulta que estaba solo a dos calles. Cuando me estaba acercando vi que una persona me hacía señas desde la puerta de un edificio. Al fin, entré en el albergue y pude respirar tranquilo. Me acogieron adecuadamente, gracias a Dios. La hospitalera me apuntó, charlamos un rato, pagué y se marchó. El albergue cierra a las 22:00 horas. A partir de esa hora se puede salir pero no entrar. Por la mañana se debe salir antes de las 9, aunque si sales un poco después no pasa nada, y ya no abre hasta las 16:00.

Me instalé en lo que me pareció un albergue bastante chulo, con dos habitaciones de unas 16 camas cada una distribuidas en dos plantas en las que no había literas. Todas las camas eran "bajas" y estaban en una especie de compartimentos de dos en dos.

Parecía que en el albergue no había mucha gente. Algunos ya dormían, y en la planta baja, donde había una especie de saloncito, había un grupito de jóvenes que me parecían catalanes que habían llegado la noche anterior a Jaca y que durante este día había hecho la primera etapa desde Somport, pero dejando las mochilas en el albergue, lo que hace estos primeros kilómetros de bajada bastante más llevaderos. Charlé un rato con ellos. Al día siguiente pensaban ir hasta Santa Cilia de Jaca, para al día siguiente, sin mochilas de nuevo, acercarse hasta el Monasterio de San Juan de la Peña, visitarlo tranquilamente y volver a Santa Cilia. Yo les pregunté por el camino que va directo desde Jaca a San Juan de la Peña pasando por el pueblo de Atarés. Me comentaron que la hospitalera les había aconsejado no seguirlo, ya que era bastante escarpado, algo duro y que terminaba convirtiéndose en una etapa muy pesada, ya que había que superar varios barrancos. Que la opción de hacer noche en Santa Cilia para luego visitarlo al día siguiente era más asequible. Que el camino de Atarés era más para montañeros más especializados o más y mejor preparados físicamente.

Yo pensaba seguir este camino, a pesar de su supuesta dureza, ya que no parecía que fueran muchos kilómetros desde Jaca hasta Santa Cruz de la Serós o incluso hasta Santa Cilia pasando por San Juan de la Peña. Pero el destino me llevaría a seguir los pasos de estos muchachos, lo que me permitiría conocer posteriormente a una gente maravillosa, un regalo del Camino para este pobre y humilde peregrino.

Pero antes de eso tenía que atravesar el Pirineo. Al día siguiente subiría en autobús hasta Canfranc, para desde allí tomar otro hasta la localidad francesa de Urdós desde donde comenzaría en esta ocasión mi peregrinación.

Me fui a dormir. Otra vez, después de casi un año volvía a meterme en mi saco de dormir en un albergue de peregrinos del Camino de Santiago.


20 noviembre 2008

La Ley innata

No quiero dejar pasar la ocasión de escribir algo sobre la grandeza que reflejan Extremoduro en sus actuaciones en directo. Por segunda vez en lo que va de año asistí a una de esas apoteósicas veladas en las que el grupo liderado por Roberto Iniesta se deja el alma en el escenario y nos envuelve con la magia de su música, de sus guitarras locas, de su voz rota.


(Qué feos) Esto se debería traducir como: Aaaarrrggghhh así, desgarrado en plan Robe.----Más normalitos
El pasado viernes 14 de noviembre cerraban su gira en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid (bueno, realmente la cerraban al día siguiente que también actuaban allí) y, a pesar de un par de cortes de luz que nos dejaron sin Pedrá, nos hicieron recordar a todos sus viejos tiempos con temas como Amor Castúo, Central Nuclear, Historias Prohibidas o Deltoya (canciones que evocan la época del Instituto, el B.U.P., el C.O.U...) y deleitaron a sus "nuevos" fans con algunos de sus últimos gretisgits como Puta o Standby.

Pero una de las cosas que más me gustó fue la interpretación de una parte de su último trabajo titulado La Ley Innata, y del que tocaron así, del tirón, los 25 primeros minutos. O lo que es lo mismo, Dulce introducción al caos, el Primer movimiento: el sueño y el Segundo movimiento: lo de fuera. Impresionante.

Era la primera vez que veía un concierto de este tipo sentado, y encima en una grada por las más altas alturas del Palacio, pero debo decir que también tiene su punto y sí, se vive de otra manera, pero no con menos intensidad.

Larga vida a Extremoduro, al Robe al Uoho y los demás.....

Subo unos vídeos en los que no se ve un carajo debido a la distancia, pero se pueden escuchar parte del primer y el segundo movimiento de La Ley Innata:

Vídeo 1: El sueño y lo de fuera (1)



Vídeo 2: Lo de fuera (2)

16 noviembre 2008

Llegados a Puente La Reina tras pasar por Eunate y por Óbanos, lugar donde se encuentran los dos caminos que tradicionalmente tomaban los peregrinos para venir desde el resto de Europa para visitar los restos del apóstol Santiago, me veo obligado a hacer una parada en el relato de mi primer Camino de Santiago.

Y es que hace menos de un mes me embarqué por segunda vez en la aventura peregrina de recorrer unos cuantos kilómetros a pie por los caminos del norte de la península ibérica. En esta ocasión quería realizar el conocido como Camino Aragonés, que es la continuación de la tradicional via Tolosana que penetra desde Francia en España por el Puerto de Somport para, atravesando las provincias aragonesas de Huesca y Zaragoza, llegar hasta Navarra y juntarse al Camino francés.

Por eso ahora que he llegado en mi relato al punto donde se unen los dos caminos, quiero relatar este segundo camino que me llevó desde el pequeño pueblo de Urdós en Francia (a unos 12 kilómetros del puerto de Somport) hasta Eunate-Óbanos-Puente la Reina. Los maravillosos recuerdos de esos días están frescos en mi memoría y los ecos de todo lo aprendido y lo vivido aún resuenan en mi corazón.

Así pues, en las próximas semanas me dedicaré a contar mis peripecias en los 9 días que tardé en recorrer los 200 kilómetros que separan ambas localidades del Camino (incluidos los 24 km del desvío al Monasterio de San Juan de la Peña) para luego retomar la historia que ahora aparco temporalmente de mi primer Camino de Santiago.

15 noviembre 2008

Etapa 4: Pamplona - Puente la Reina

29 de octubre de 2007

24 km. Unas 7 horas (con paradas)

Es el camino de Santiago una ruta marcada por muchos aspectos de la vida, y uno de ellos es la redención. ¿Cuántos peregrinos habrán caminado hasta Compostela como penitentes? En verdad creo que todos tenemos algo de penitentes y que la vida nos da muchas oportunidades tanto para meter la pata como para sacarla.

La dureza del camino, la soledad, el sol, la sed, el cansancio, las ampollas, el dolor muscular, la fatiga... son instrumentos que permiten al caminante vivir en primera persona penurias que son una experiencia que le ayudan a afrontar los duros envites de la vida. Sobreponerse a todas estas contrariedades es como superar los problemas que en el día a día tu mismo te vas creando.

Una de las muchas motivaciones que me llevaron a recorrer el camino esta primera vez tenía mucho que ver con todo esto, y por eso esta etapa en la que se afronta la ascensión al Alto del Perdón tenía para mi un significado especial
(finalmente en todas las etapas terminas encontrando significados especiales). Ponerte a caminar durante horas en soledad durante semanas supone enfrentarte a tus fantasmas, plantarte cara a ti mismo y a tus propias contradicciones. Es una lucha interna que finalmente se convierte en un encuentro con uno mismo y con aquel que todo lo ve, que todo lo oye, que todo lo sabe.

Así pues, enfrentándome sin miedo a mis miserias y con la paz que siente el caminante ya en la cuarta etapa, salí de Pamplona a primera hora de la mañana. El camino deja la capital navarra atravesando el campus de la universidad. En unos minutos lentamente vas dejando atrás la ciudad y por caminos agradables llegas hasta Cizur Menor, pequeño pueblo que ahora es una barriada anexa a Pamplona. Tras cruzarlo, ya empiezas a ver lo que te depara el camino: al fondo se erige el Alto del Perdón, y aunque parece bastante cercano, aún quedan más de dos horas para coronarlo.

Durante este tramo caminé más o menos en soledad, si bien a la vista tenía continuamente a un grupito de tres franceses formado por un padre y sus dos hijas con los que me encontraría en varias etapas más, y una pareja de jóvenes de Villarreal que terminaría su camino al día siguiente en Estella.

Llegué finalmente a Zariquiegui, pequeño pueblo desde el que comienza la última parte de la subida al Alto del Perdón de la que había oído hablar como muy dura. Nada más lejos de la lejos de la realidad. En un tiempo que ahora no recuerdo, pero que se me hizo muy corto, llegué a donde el camino comenzaba a hacerse más empinado. En este punto se encontraban el chico y la chica de Villarreal y Luis, un veterano peregrino, madrileño como yo, realizando una pequeña parada para reponer fuerzas y así afrontar con más garantías la ascensión.

Tras tomarme mi Kitkat, reanudé la marcha junto a los Castellonenses (Luis esperaría un poco para salir) y charlando y tal y con un buen ritmo llegamos en un pispás a lo alto del Perdón. Un curioso monumento metálico asemejando una hilera de peregrinos preside la cumbre. Las vistas desde allí eran fabulosas. Por toda la montaña en la que se encuentra el Alto hay un montón de molinos de viento para su aprovechamiento y transformación en energía. De hecho, a solo unos metros de la cumbre hay uno, y la verdad es que sus dimensiones impresionan.

Como decía, las vista son impresionantes. Mirando hacia atrás, ves todo el camino recorrido. Lejos queda ya el Pirineo, con sus imponentes cumbres. Más cerca el terreno se suaviza en los montes que hemos podido recorrer hasta llegar al llano en que se encuentra Pamplona. Hacía adelante nuestro destino, formado por llanuras en las que crecen viñedos que dan un bello colorido al paisaje. Todo esto quedaba nublado por las atemorizantes nubes que parecían dispuestas a aguarnos la jornada. Por fortuna solo caerían cuatro gotas.


La pareja de Villarreal partió, y yo me quede sólo un rato, tirando fotos y disfrutando del momento, a pesar del incordio del fuerte viento que azotaba la zona y que hacía girar los molinos. Al rato llegó Luis, quien me hizo una foto en el monumento peregrino. Tras charlar un rato con él, proseguí mi camino en un duro descenso. Había muchas piedras sueltas y eso hacía que las plantas de los pies sufrieran aún más el gran desnivel.

Después del sufrido descenso y tras pasar por Uterga, llegué a Muruzabal con mis pies echando ya humo. Desde aquí quería salirme del camino unos kilómetros para visitar uno de los lugares más emblemáticos de los caballeros Templarios y parte del Camino Aragonés: el ermita de Santa Maria de Eunate. Paré en el único bar abierto del pueblo y tras comprar un bocata de tortilla que me comería junto a la ermita, me indicaron por donde seguir para llegar hasta allí. No había lugar a confusión. Bajando por una carretera y luego por un camino, en poco más de media hora llegué hasta esta pequeña maravilla en forma de ermita.


Pero al parecer no era el momento en el que yo tenía que visitar esta ermita. Fue una pequeña desilusión encontrármela cerrada, y es que era lunes, justo el día que no está permitido visitarla.
Pude disfrutar, eso si, de su entorno, en medio de la nada, junto a campos de cultivo, y de su maravilloso exterior, donde destacan la arquería formada por 33 arcos, su planta octogonal, sus múltiples canecillos y capiteles esculpidos.

Cuando llegué se encontraban allí los chicos de Villarreal y al rato de llegar yo llegó Ero, que había salido un poco más tarde. Me tome el bocadillo mientras contemplaba esta maravilla digna de ser contemplada. En ese momento yo no lo sabía, pero ese punto se convertiría practicamente un año después en el punto y final de mi segunda andadura por el Camino de Santiago, meta de mi Camino Aragonés. Y en esa ocasión si que estarían abiertas para mi las puertas de la ermita y podría disfrutar de la increible paz y sosiego que transmite y de la energía que desprende.


Pero eso pertenece a otro relato futuro. La etapa del presente terminaría recorriendo los cuatro kilómetros que separan Eunate de Puente la Reina, haciendo parada en el importante pueblo de Óbanos, dónde cada dos veranos los vecinos representan el Misterio de Óbanos, un drama basado en una leyenda jacobea. Allí paramos a tomar una coca cola Ero y yo, y nos encontramos con Pablo. Tras unas fotos, nos dirigimos a Puente la Reina. Como era habitual, las plantas de los pies en estos últimos compases de la jornada me molestaban sobremanera. Los últimos quinientos metros hasta llegar al albergue me parecieron eternos. Llegamos y nos instalamos comodamente.

Tras la ducha, acompañé a Luca a recoger leña. El albergue tenía una chimenea y nuestro buen amigo italiano se había propuesto encenderla. Y así lo hizo. Por la tarde paseando por el pueblo fui con Ero hasta el famoso puente que da nombre a la villa.


Por la noche, nos juntamos con Joan que había llegado más tarde junto a un muchacho de Vigo llamado Miguel y pensamos en ir a cenar a otro albergue privado que estaba a la salida del pueblo. Para llegar hasta allí, había que salir del pueblo, cruzar el puente y subir una pequeña cuesta. Cuando llegamos el hospitalero nos dijo que estaba cerrando, que no tenía peregrinos y que no daría de cenar. Nos lo tomamos con humor, y entre risas y quejas por los dolores al tener que caminar para nada finalmente nos metimos los cuatro en un pequeño restaurante de la Calle Mayor, donde tomamos una buena cena acompañada de buenas risas.

Esa noche en el albergue de Puente la Reina nos juntamos un montón de Peregrinos que ya eramos "viejos conocidos": Joan, Jorge, Miguel, Luca, Pablo, Luis, los chicos de Villarreal, el padre francés y sus dos hijas...



- Continúa caminando en la etapa 5 -


Otras fotos de la etapa:

---------Salida de Pamplona-----------Peregrinos franceses en camino-----Iglesia en el camino
Peregrinos caminando con el Alto del Perdón al fondo---Cielo más que nublado----Subida al Perdón
Vistas desde el Alto del Perdón----Monumento a los peregrinos en el Alto del Perdón---Yo y el monumento
Descenso del Alto del Perdón y vista con la niebla entre las montañas---Muruzabal, desvío a Eunate
Ermita de Sta. Maria de Eunate en pleno campo, románica, de planta octogonal y con curiosa arcada.

Puente la Reina, marcada por el puente por el que el Peregrino abandona la ciudad camino de Santiago

09 noviembre 2008

Etapa 3: Larrasoaña - Pamplona

28 de octubre de 2007

15,2 Km------Algo menos de 4 horas

Frio despertar en el pequeño pueblo navarro de Larrasoaña cuando al reloj aún le quedaban unos minutos para señalar las ocho de la mañana. Tras el pequeño aseo diario, la recogida del saco y de la mochila los peregrinos nos disponemos a partir un día más. Es domingo, y la jornada se nos presenta asequible. Solo nos separan 15 kilómetros de Pamplona, punto imprescindible de parada y primera gran ciudad del camino en el territorio español.

Al ser mi tercer día ya empiezo a notar los rigores del andar en mis maltrechos músculos. Parece mentira pero estos etapas que a priori aparecen como sencillas acaban convirtiéndose en verdaderos calvarios. En mi caso sería exagerar decir eso, pero es cierto que si que se me hizo más pesada que otras que hipotéticamente deberían serlo mucho más.

Ya que ni el albergue ni el pueblo daban opción a ello, salí sin desayunar con los primeras luces de la mañana. El día aparecía despejado y en los prados podía verse la escarcha caída durante la noche. Hacía frío, por lo que me pertreché adecuadamente con mis guantes, mi gorro y mi abrigo, de los que me despojaría en un rato al entrar en calor por el esfuerzo y por los primeros rayos de sol.

La primera parte del camino fue muy bonita, atravesando bosques de hayas y pinos decorados para la ocasión en tonos ocres, marrones y verdes que inundaban la vista. Iba solo, aunque varios compañeros como Ero, Pablo o Luca no andaban muy lejos. De hecho, iba disfrutando de la belleza del camino a través del bosque cuando me topé con Pablo tratando de hacerse una autofoto artística en medio del sendero, subido a una de las piedras que indican el camino y con los guantes en el suelo, entre él y la cámara. Finalmente le tiré yo la foto, y él me hizo otra a mi, y mientras tanto nos alcanzaron también Luca y Ero.

Reanudamos la marcha y enseguida Pablo y Luca pusieron tierra de por medio. Yo continué practimente el resto de la mañana caminando bastante cerca de Ero. Al poco rato llegamos a Zuriain, localidad sin servicios que sin embargo me proporcionó aquello que yo más necesitaba: una lata de Aquarius. Y es que hasta en los rincones más remotos del Camino, aparecida como por obra del apostol, siempre había una máquina de "Coca Cola" que te ayudaba a superar la posible deshidratación. Quizás no sea muy tradicional, ni muy peregrino, pero a mi el Aquarius en el Camino no hay quien me lo quite.

Tras este momento anuncio llegamos irremediablemente a Villaba, cuna del enorme pentacampeón del Tour de Francia Miguel Indurain, a la que llegamos por el puente medieval de Trinidad de Arre. Nos costó un poquito, pero finalmente encontramos un lugar Ero y yo para desayunar, y así, con el estomago lleno acercarnos por el camino de Burlada y a través del puente románico a Pamplona, meta de nuestra jornada.

Buscando el albergue nos dirigimos hacia el convento de las Madres Adoratrices, donde nos informaron de la reciente inauguración por parte del ayuntamiento del nuevo refugio de peregrinos en la iglesia de Jesús y María. Llegamos allí poco antes de las 12 del mediodía. Como no abría hasta la 1, fuimos a la catedral a escuchar la Misa de 12.

Cuando llegamos al albergue nos encontramos con unas novísimas instalaciones y todo casi sin estrenar. Albergue muy cómodo y bien atendido. Lavamos ropa en la lavadora y, teniendo toda la tarde libre por delante, se me ocurrió preguntar por el partido que esa tarde se jugaba en el Reyno de Navarra, y allí nos fuimos Ero y yo a ver el encuentro que disputaban Osasuna y Valladolid y que terminaría con el resultado de 2 a 2.

Ir al fútbol en Pamplona es algo que nunca había pensado que haría durante el Camino de Santiago, pero oye, en el camino uno está abierto a todo, y se terció así. Antes del partido dimos una vuelta por el centro de la ciudad y por la ciudadela, admirando este gran espacio al aire libre del que pueden disfrutar los pamplonicas.

Por la noche, antes de ir a dormir al albergue, me daría también un paseo en soledad por un lugar que llaman el Rincón del Caballo Blanco. Un balcón/mirador en lo alto de la muralla desde donde se puede contemplar buena parte de la comarca de Pamplona. A las 9 de la noche de un domingo de octubre era este un lugar muy solitario desde el que el peregrino puede paladear las experiencias que en solo unos pocos días ya ha ido acumulando y a su vez deleitarse con una gran vista de los campos que uno poco a poco va atravesando en su caminar. Recuerdo este momento en este lugar como uno de tantos de singular espiritualidad en mi camino. En mi cabeza también rugían pensamienton en torno a la etapa del día siguiente, que me llevaría hasta Puente la Reina tras coronar el Alto del Perdón, otra de la "metas volantes" importantes que jalonaban mi camino.

Con esas sensaciones y pensamientos y algo de frío volví al albergue para descansar y afrontar los retos que el Camino quisiera ponerme en mi peregrinar.

Pero ya sería mañana...



- Continúa caminando en la etapa 4 -




Otras fotos de la jornada:


Un balcón de Larrasoaña--------La iglesia de Larrasoaña------Ganado pastando en la escarcha de la mañana

El frío amanecer del campo---Caminando por el mágico bosque de hayas, a través de sendas misteriosas...

A través del bosque llegamos hasta el pequeño pueblo llamado Irotz, con poca población

Y después llegamos hasta el puente de Trinidad de Arre, y pasamos Villava y Burlada.


Y finalmente llegamos al puente medieval por el que el camino entra en Pamplona, donde vemos su ayuntamiento y la ciudadela.