19 marzo 2007

El misterio de la Luna de Emerita Augusta (1ª parte)

Llevaba un tiempo dedicado al estudio del mitraismo, cuando la profesora Sacristán me emplazó a realizar una visita a la antigua ciudad romana Emerita Augusta en busca de unas antiguas monedas romanas acuñadas en tiempos del Emperador Juliano en las que curiosamente aparecían simbolos mitraicos. Una de las obsesiones de este emperador era el culto a los antiguos dioses griegos y su creencia en antiguos mitos como los relacionados con Mitra. De hecho se autoproclamó descendiente del dios sol. En cuanto nuestros compromisos laborales nos lo permitieron nos dirigimos hacia la antigua capital de Lusitania. En esos momentos desconocíamos la cantidad de aventuras que nos depararía dicho viaje.
Nos recibieron el puente romano y la loba amamantando a Romulo y Remo, símbolo del nacimiento de Roma y su gestación como capital del mundo antiguo.
Después de acomodarnos en nuestro alojamiento y de degustar las exquisiteces gastronómicas del lugar, visitamos a varios anticuarios que no supieron dar respuestas a nuestras preguntas. No tenían constancia de la existencia de las monedas y no sabían por lo tanto nada sobre su paradero.

Caminando por la antigua cardus maximus un personaje algo harapiento y desaliñado se nos acercó mendigando algo de comer. Su aspecto era algo siniestro, y su mirada turbia y amenazante resultaba cuando menos repulsiva. Apretamos el paso y con cierta educación pero también con firmeza nos lo quitamos de encima dejándolo atrás en su mendigar.

De pronto, en el lugar de la calle en el que el sentido común te hacía creer que habría un edificio, nos encontramos con los restos del Templo de Diana. A pesar de su estado de deterioro, gracias a las restauraciones todavía mantenía cierta majestuosidad. Llamaban la atención unos grandes medallones que coronaban las columnas y que contenían unos grabados
Un poco más adelante nos encontramos con los restos del Foro, a cuyos pies se cobijaban decenas de gatos negros.

Decidimos que ya era el momento de ir a visitar los restos de uno de los lugares antiguamente relacionados con Mitra, la llamada Casa del Mitreo. A pesar del nombre, no parecía estar relacionada con el tema que nos movía hasta dicho lugar. Al parecer era así llamada por los restos que aparecieron en el subsuelo de la vecina plaza de toros, restos que no fueron investigados. Se dice que realmente era una domus (casa) romana.
Al adentrarnos en el recinto, un hombre con aspecto rudo se dirigía corriendo hacia la parte interior de la parcela, ocupada por un área arqueológica dedicada a los enterramientos romanos, el área funeraria de columbarios. Un grupo de escolares lusos llenaban el ambiente de bullicio y ruido, ideal para investigar un poco sin llamar demasiado la atención. Examinamos con tranquilidad el "mosaico cosmológico" que se conserva en una de las habitaciones y las inscripciones en las columnas de uno de los patios de la presumible mansión romana. Después de un detallado análisis descubrimos varios signos que habrían pasado por alto los arqueólogos. Entre ellos, las huellas de algo que había sido excavado y recogido recientemente. Parecía por el tamaño y la forma del agujero que se trataba de un pequeño cofre. Seguro que había sido expoliado por el hombre que corría raudo!!! Movidos por la excitación del hallazgo, dejamos la Casa del Mitreo y fuimos sin dilación al área funeraria contigua en busca del extraño personaje. A pesar de no tener salida el recinto por esa otra parte, no le encontramos, pero aprovechamos para observar al detalle esta zona.
El camino que nos condujo hasta allí estaba flanqueado por dos hileras de cipreses. El lugar había sido recientemente restaurado, y se podían observar varios ejemplos de las costumbres funerarias que los antiguos habitantes de la ciudad habían desarrollado. También encontramos unas inscripciones curiosas que llamaron nuestra atención, y que pertenecían a varias familias adineradas romanas. ¡Quizás tuvieron en su poder nuestras deseadas monedas!
A pesar de nuestras ilusiones, la zona había sido totalmente excavado e investigada y no encontramos nada que nos diera ninguna pista interesante.
Cuando ya queríamos abandonar el lugar, el guarda de las instalaciones estaba cerrando. La noche caía lentamente sobre Mérida y nosotros aún no habíamos encontrado nada seguro que nos llevará hacía las monedas.
Solo teníamos la huella de un cofre y la sombra de un misterioso personaje huidizo. Tomamos algo ligero y agotados por el viaje y el duro día nos fuimos a descansar.
El día siguiente sería un día muy completito...
con representaciones mitológicas.
(continuará)



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